Gloria. Prefacio de los Apóstoles.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el co¬razón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: «El que cree en él no quedará confundido». Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!». Pero no todos aceptan el Evangelio. Así lo dice Isaías: «Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?». La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo. Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: «Por toda la tierra se extiende su voz, y sus palabras llegan hasta los confines del mundo». Palabra de Dios.
Comentario: Pablo había tenido una fuerte experiencia de conversión y encuentro con Cristo resucitado. Lo invade una gran convicción en Aquel que lo ha llamado a anunciar el evangelio a los pueblos. Es una invitación que reviste un carácter «universal» y que apela a la generosidad de misioneros de la Palabra de Dios, para que se la jueguen por la causa del evangelio.
R. Resuena su eco por toda la tierra.
El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos: un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. R.
Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra, y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.
Aleluia. Dice el Señor: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Palabra del Señor.
Comentario: En los tiempos de Jesús había muchos maestros… Aquellos alumnos que estaban interesados, se anotaban para luego formar su propia escuela. Jesús elige a sus discípulos y los invita. Se inaugura así un nuevo tipo de seguimiento: un discipulado vinculante donde se comparte en común la vida y la misión del Maestro.