Leccionario Santoral: Jer 1, 17-19; Sal 70, 1-6. 15. 17; Mc 6, 17-29.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.
Ustedes saben muy bien, hermanos, que la visita que les hicimos no fue inútil. Después de ser maltratados e insultados en Filipos, como ya saben, Dios nos dio la audacia necesaria para anunciarles su buena noticia en medio de un penoso combate. Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la buena noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben –y Dios es testigo de ello– que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer. Al contrario, fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la buena noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos. Palabra de Dios.
Comentario: Las palabras de san Pablo contienen todo un sesgo de autodefensa y apología de su ministerio, pero también un cariño hacia su comunidad. Además, habla de su vocación como Apóstol confirmada por sus sufrimientos en Filipos. Su actitud ha sido de entrega, de un padre que está dispuesto a dar la vida por sus hijos. Porque sabe que el anuncio del Evangelio debe ir respaldado por una vida intachable y de sacrificios. Su trabajo manual lo confirma, al ser este considerado humillante o cosa de esclavos.
R. ¡Señor, tú me sondeas y me conoces!
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. R.
Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla. R.
Aleluia. La Palabra de Dios es viva y eficaz; discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús habló diciendo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús siempre respetó la Ley, pero no aceptó la radicalización hasta el punto de que el hombre fuera esclavo de esta. Él vino a dar fiel cumplimiento a ella. Sin embargo, ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. Su critica no es en contra de la Ley, sino contra aquellos que, refugiándose en ella, quieren burlar sus profundas exigencias. Porque lo primero es el interior o el corazón, y después lo que nazca de este último.