Gloria. Prefacio de Navidad.
Lectura de la primera carta de san Juan.
Queridos hermanos: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado. Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos esto para que nuestra alegría sea completa. Palabra de Dios.
Comentario: La Iglesia anuncia a todos su más grande y único tesoro: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, como un niño indefenso. Al hacerse hombre manifiesta su inmenso amor hacia nosotros. Al hacerse niño, Jesucristo se jugó el todo por el todo. No vino para que otros le sirvieran, sino para enseñarnos, desde el primer momento de su vida, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se perdona.
R. Alégrense, justos, en el Señor.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y Tinieblas lo rodean, la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Nace la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alégrense, justos, en el Señor y alaben su santo Nombre. R.
Aleluia. A ti, Dios, te alabamos y cantamos; a ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Palabra del Señor.
Comentario: En nuestro deseo de argumentar datos fidedignos acerca de la resurrección, no podemos llegar más allá de la credibilidad de los testigos que la afirman y cuya fe pasó a ser enseñanza de la Iglesia. Por eso, la prisa de los discípulos hacia el sepulcro muestra su deseo de comprobar lo que les había anunciado María Magdalena. Al encontrar el sepulcro vacío y ver las vendas por el suelo, fue motivo suficiente para creer que el Maestro había resucitado.