Lectura del libro del Eclesiastés.
¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol? Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece. El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez. El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver, el oído no se cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol! Si hay algo de lo que dicen: «Mira, esto sí que es algo nuevo», en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros. No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras en aquéllos que vendrán después. Palabra de Dios.
Comentario: El libro del “predicador” admite el gobierno de Dios sobre el mundo, pero es categórico en señalar que el hombre es incapaz de descifrar el misterio de los designios divinos. Además, no solamente niega la posibilidad de descubrir el sentido del mundo que le rodea, sino que pone en tela de juicio todos los valores tradicionales como la sabiduría, la ciencia, la justicia, la piedad; todo aquello no conduce a nada; por tanto, el instinto de inventar cosas nuevas y la curiosidad ante lo nuevo son, asimismo, un absurdo.
R. ¡Tú eres nuestro refugio, Señor!
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos». Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…? Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bon¬dad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
Aleluia. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que Jesús hacía y enseñaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado». Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es éste del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo. Palabra del Señor.
Comentario: La actividad de Jesús, y la diversidad de opiniones escuchadas sobre Jesús, despiertan la curiosidad de Herodes por conocerlo. Pero no basta con ello, a Jesús hay que escucharlo y llevar a la práctica sus enseñanzas. Vivir como él vivía, anunciando el Reino y haciendo el bien.