Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida. Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: “Creí, y por eso hablé”, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que Aquel que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará con Él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo utiliza la imagen bíblica de las “vasijas de barro”, que recuerdan la creación del hombre y de la mujer del barro de la tierra, para explicar que la fuerza de Dios supera la capacidad de la vasija. Es decir, lo importante es lo que el “envase” contiene, no el recipiente en sí. Por tanto, el contenido es el tesoro y el Apóstol se ve reflejado en esa vasija de barro, que es fragilidad, pero que por la gracia de Dios puede manifestar la vida.
R. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían: «¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!». ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas, cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.
Aleluia. «Yo los elegí del mundo, para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo. «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». «No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?». «Podemos», le respondieron. «Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre». Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». Palabra del Señor.
Comentario: Lo que pide esta madre para sus hijos está fuera de cómo Jesús entiende el “estar al servicio de los demás”. Es legítimo que ambicione lo mejor para sus hijos, pero en la mentalidad de Jesús no está la idea de buscar privilegios. Por lo tanto, repetir el ejercicio de la autoridad al modo de los gobernantes de la época era incidir en un patrón tiránico y arbitrario, que no podía identificarse con la comunidad de Jesús: “El que quiera ser el primero, que sea el último”. Jesús ama a los humildes y a los que son como niños, porque el que es sencillo nunca desea el primer puesto para sí, sino para los demás.