Gloria. Prefacio de Apóstoles II.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes. Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno. Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes. Sean sobrios y estén siempre alerta, porque su enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanle firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes. El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles. ¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén. Les escribo estas palabras por medio de Silvano, a quien considero un hermano fiel, para exhortarlos y atestiguar que ésta es la verdadera gracia de Dios: permanezcan adheridos a ella. La Iglesia de Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos. Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal. Que descienda la paz sobre ustedes, los que están unidos a Cristo. Palabra de Dios.
Comentario: El llamado de san Pedro es una motivación para una comunidad que vive la persecución y que justamente les pide “resistencia” para que no cedan a las trampas engañosas que ponen en riesgo la fe. Porque la certeza de la salvación no debe hacer que se pierda la humildad, actitud básica de los seguidores de Jesús.
R. Cantaré eternamente tu amor, Señor.
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.
El cielo celebre tus maravillas, Señor, y tu fidelidad en la asamblea de los santos, porque, ¿quién es comparable al Señor en las alturas? ¿Quién es como el Señor entre los hijos de Dios? R.
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro; se alegrarán sin cesar en tu nombre, serán exaltados a causa de tu justicia. R.
Aleluia. Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
En aquel tiempo, Jesús se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán demonios en mi nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. Palabra del Señor.
Comentario: La “incredulidad” atraviesa todo el relato y llega a ser un hilo conductor. No obstante, Jesús sigue apostando a que sus discípulos puedan llevar adelante su misión. Al igual que los discípulos de Jesús, debemos comprender que la fe madura y crece solo en la medida en que se comparte y anuncia, tarea que como creyentes hemos de realizar siempre.