LECTURA Ez 34, 11-16
Lectura de la profecía de Ezequiel.
Así habla el Señor: ¡Aquí estoy Yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las montañas de Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar –oráculo del Señor–. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y sanaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia. Palabra de Dios.
Comentario: Ezequiel es un profeta que no escatima en condenar a los pastores del ámbito religioso sino también a aquellos que han tenido la responsabilidad de guiar u orientar al rebaño de Israel en distintas esferas de la vida pública. Por eso su denuncia es actual, porque apela a la conciencia individual y colectiva sin miramientos. Así, el Profeta asienta la religión interior bajo la égida de Dios, porque ya sea en el pecado o en el orden, el hombre sigue siendo siempre relación y dependencia de Dios.
SALMO Sal 22, 1-6
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
2ª LECTURA Rom 5, 5-11
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Y ahora que estamos justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por Él de la ira de Dios. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. Y esto no es todo: nosotros nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien desde ahora hemos recibido la reconciliación. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo, con un lenguaje más ético que jurídico, se dirige a la comunidad cristiana y les explica en qué consiste la “justificación” por la fe. En efecto, plantea qué significa vivir como “justo” o “cristiano”. Para el Apóstol, la resurrección de Jesús ha hecho posible vivir en la “paz” del que está en amistad con Dios. Es decir, de la vida del Resucitado estamos participando ya, “ahora”, como don de paz.
ALELUIA
Aleluia. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón. Aleluia.
EVANGELIO Lc 15, 3-7
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido». Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Palabra del Señor.
Comentario: Los “justos” entrarán en la casa del Padre cuando escuchen su invitación a alegrarse con él por el hermano muerto y resucitado. Estas noventa y nueve son los justos, a quienes se exhorta a reconocerse en la oveja extraviada. Porque solo si se reconocen como pecadores podrán encontrarse con el Pastor, Jesús, que ha venido a buscar al que está perdido. Aquellas ovejas, que no se consideran perdidas, seguirán en el desierto hasta cuando descubran su mal, que es la falta de misericordia.