Prefacio de Pascua.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
La Palabra de Dios se difundía incesantemente. Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos. Palabra de Dios.
Comentario: El relato presenta la misión de la Iglesia de Antioquía y su expansión misionera liderada por san Bernabé y san Pablo y los restantes misioneros. Todo está dado para que el Espíritu Santo estructure a las diferentes Iglesias y haga surgir líderes y responsables según las necesidades de las comunidades. Así, Pablo y Bernabé emprenden una misión especial que recibieron por medio del gesto acostumbrado de la imposición de manos.
R. ¡Que todos los pueblos te den gracias, Señor!
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.
Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor! R.
¡Que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor! R.
Aleluia. «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz de la Vida», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en Aquél que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, Yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que Yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque Yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y Yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús se presenta como la luz que es capaz de orientar la vida por el camino del bien. Por eso, ante lo que él nos muestra como “forma de vida” hay que tomar una postura. Porque no es posible adherirse a su persona sin romper con los esquemas dominantes de la sociedad. Todo aquel que lleva la Palabra de Dios a los demás ha de trabajar en unidad con la comunidad eclesial y en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu.
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Gloria a Ti Señor Jesús…