Gloria. Prefacio de los Apóstoles.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos. Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. Palabra de Dios.
Comentario: Desde la cárcel, Pablo invita a los efesios a vivir la vocación personal en el contexto de la comunidad eclesial, cultivando los propios dones a favor de la edificación de la Iglesia y viviendo en armonía (no en lucha) con los demás fieles. ¿Qué hacemos por superar nuestras diferencias?
R. Resuena su eco por toda la tierra.
El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos: un día transmite al otro este mensaje y a las noches se van dando la noticia. R.
Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.
Aleluia ¡a ti, Dios, te alabamos y cantamos: a ti, Señor, te alaba el coro celestial de los Apóstoles! Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús aterriza sus palabras a su preocupación por salvar a todos, invitando a un pecador que lo siga y sentándose a la mesa con ellos. ¿Cómo hemos entendido este mensaje de Jesús? ¿O nos quedamos con el grupo de selectos de siempre? ¿Qué hacemos por salir a buscar a los más alejados?