Prefacio de Adviento.
Lectura del Cantar de los Cantares.
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas. Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado. Habla mi amado, y me dice: «¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias. Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos, y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante». Palabra de Dios.
Comentario: Estamos ante un diálogo entre dos personas que se aman y que se buscan. La amada de Dios es Israel y su tierra. La esposa es la que primero describe al esposo, quien viene hacia ella. También nuestra relación con Dios podemos vivirla como una unión esponsal, donde como comunidad le juramos a Dios fidelidad y compromiso.
R. ¡Aclamen, justos, al Señor!
¡Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para Él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. R.
El designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se eligió como herencia! R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Nues¬tro corazón se regocija en Él: nosotros confiamos en su santo Nombre. R.
Aleluia. Emanuel, Rey y Legislador nuestro, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres ben¬dita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». Palabra del Señor.
Comentario: Nos encontramos ante dos agraciadas mujeres: María e Isabel, que comparten el gozo de sentirse amadas por Dios. Este encuentro es una reconfirmación de la veracidad del llamado que han experimentado. Ambas colaboran al proyecto de Dios y están disponibles al don de la vida y de la maternidad.
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GLORIA A TI SEÑOR JESÚS…
INCOMPARABLE…