Prefacio de Difuntos.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final –porque esto sucederá–, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad. Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: “La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?”. Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo! Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo intenta dar respuesta sobre cómo sería la resurrección y concluye que esta no es el resultado de un proceso o evolución natural, sino obra del poder de Dios: un salto cualitativo hacia la esfera divina. Porque, al final de los tiempos, el Dios de la Vida nos espera en un Cielo y en una Tierra nueva, muy superior a la realidad de este mundo.
R. ¡Desde lo más profundo te invoco, Señor!
Desde lo más profundo te invoco, Señor, ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿Quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora. R.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
Aleluia. «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, no morirá jamás», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo». Palabra del Señor.
Comentario: El episodio de la resurrección de Lázaro no solo es un milagro más, sino también la confirmación de la palabra de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida”. El don de la vida se presenta como victoria sobre la muerte. En efecto, Jesús hace lo que dice y por eso es quien dice ser, pues su forma de actuar se convierte en argumento decisivo para aseverar, con su persona, lo que afirma ser.