Prefacio de Pascua.
Leccionario Santoral: 1Jn 5, 1-5; Sal 36, 3-6. 30-31; Mt 10, 22-25.
LECTURA Hech 6, 8-15
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada “de los Libertos”, como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, sobornaron a unos hombres para que dijeran que le habían oído blasfemar contra Moisés y contra Dios. Así consiguieron excitar al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y llegando de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín. Entonces presentaron falsos testigos, que declararon: «Este hombre no hace otra cosa que hablar contra este Lugar santo y contra la Ley. Nosotros le hemos oído decir que Jesús de Nazaret destruirá este Lugar y cambiará las costumbres que nos ha transmitido Moisés». En ese momento, los que estaban sentados en el Sanedrín tenían los ojos clavados en él y vieron que el rostro de Esteban parecía el de un ángel. Palabra de Dios.
Comentario: Esteban es acusado por cuestionar y blasfemar contra las instituciones de Israel. Con su actitud ha despreciado la autoridad y, por tanto, debe ser castigado. No obstante, su conflicto es distinto al de los Apóstoles, ya que se ve enfrentado al grupo de los “libertos” (judíos deportados de su tierra y que sufrieron la esclavitud). Más allá de las formalidades, lo que más molesta a la autoridad judía es su discurso políticamente incorrecto: “La Ley y el Templo no han sido abolidos sino sustituidos por la persona de Jesús. Por tanto, no más discriminación sino invitación universal a todos los hombres a creer en Cristo”.
SALMO Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30
R. ¡Feliz el que sigue la ley del Señor!
Aunque los poderosos se confabulen contra mí, yo meditaré tus preceptos. Porque tus prescripciones son todo mi deleite, y tus preceptos, mis consejeros. R.
Te expuse mi conducta y Tú me escuchaste: enséñame tus preceptos. Instrúyeme en el camino de tus leyes, y yo meditaré tus maravillas. R.
Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley. Elegí el camino de la verdad, puse tus decretos delante de mí. R.
ALELUIA Mt 4, 4
Aleluia. El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Aleluia.
EVANGELIO Jn 6, 22-29
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?». Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello». Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado». Palabra del Señor.
Comentario: Del discurso eucarístico de Jesús se desprende cómo la gente lo busca, pero su fe es incipiente e inmadura, ya que prefieren quedarse con los portentos de Jesús sin profundizar en su sentido y trascendencia. Es decir, quedarnos en la espectacularidad de los milagros no ayuda ni favorece a la madurez de la fe. Si bien nadie puede darse por sí mismo el alimento que no perece, porque solo Dios lo da, sin embargo todos deben hacer lo posible para procurar ese alimento sin esperar el milagro recurrente.