Lectura de la profecía de Amós.
Escuchen esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que Yo hice subir del país de Egipto. Sólo a ustedes los elegí entre todas las familias de la tierra; por eso les haré rendir cuenta de todas sus iniquidades. ¿Van juntos dos hombres sin haberse puesto de acuerdo? ¿Ruge el león en la selva sin tener una presa? ¿Alza la voz el cachorro desde su guarida sin haber cazado nada? ¿Cae el pájaro a tierra sobre una trampa, si no hay un cebo? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado nada? ¿Suena la trompeta en una ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad sin que el Señor la provoque? Porque el Señor no hace nada sin revelar su secreto a sus servidores los profetas. El león ha rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará? Yo les envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! Por eso, mira cómo voy a tratarte, Israel; y ya que te voy a tratar así, prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel. Palabra de Dios.
Comentario: El gran pecado de Israel no es de carácter político como en otros pueblos, sino que es social. Los poderosos o más pudientes se han olvidado de la atención del pobre y de dar protección al inocente. Amós intenta afirmar que el Señor se fijó en Israel para que dejara de ser un pueblo pobre y olvidado; por tanto, Dios tuvo la intención de que ellos mantuvieran ese mismo propósito y actitud de respeto hacia los más desposeídos.
R. ¡Guíame por tu justicia, Señor!
Tú no eres un Dios que ama la maldad; ningún impío será tu huésped, ni los orgullosos podrán resistir delante de tu mirada. R.
Tú detestas a los que hacen el mal y destruyes a los mentirosos. ¡Al hombre sanguinario y traicionero lo abomina el Señor! R.
Pero yo, por tu inmensa bondad, llego hasta tu Casa, y me postro ante tu santo Templo con profundo temor. R.
Aleluia. Espero en el Señor y confío en su palabra. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a Él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?». Palabra del Señor.
Comentario: La fe de los discípulos es puesta a prueba por una situación de incertidumbre y dificultad. Estos, al seguir al Señor, eran conscientes de que iban a correr la misma suerte que su Maestro. No obstante, sin fe y confianza en Dios, el seguimiento tambalea porque, a veces, puede peligrar la propia vida. Por tanto, es necesario “confiar” no tanto en nuestras fuerzas, sino en el poder de Dios que acompaña y sustenta la propia misión.