Gloria. Credo. Prefacio propio.
Lectura del segundo libro de Samuel.
La palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: “Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ‘Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Él edificará una casa para mi Nombre, y Yo afianzaré para siempre su trono real. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre’”. Palabra de Dios.
Comentario: El relato describe el verdadero centro de la participación de David en la historia de la Salvación. Sin embargo, por encima de David como protagonista, se alza la Palabra de Dios como lo más relevante y fundamental. David quiere construir una casa al Señor, pero este se rehúsa y le promete no una casa, sino una “dinastía”. Así surgirá uno de la descendencia de David que afianzará para siempre su trono real.
R. Su descendencia permanecerá para siempre.
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque Tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.
Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a David, mi servidor: “Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones”. R.
Él me dirá: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Le aseguraré mi amor eternamente, y mi Alianza será estable para él. R.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: La promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe. Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común, como dice la Escritura: “Te he constituido padre de muchas naciones”. Abraham es nuestro padre a los ojos de Aquél en quien creyó: el Dios que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen. Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: “Así será tu descendencia”. Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo manifiesta toda la riqueza que lleva consigo el acto de fe de Abraham. Porque este último, fiándose de su Dios y acogiendo su perdón, puede transformar a una persona culpable en “justa” o “salvada”. Todo lo que creyó el Patriarca se cumplió en su persona, es decir, “le fue tenido en cuenta para su justificación” (4, 3).
¡Felices los que habitan en tu Casa, Señor, y te alaban sin cesar!
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Jesucristo fue engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado. Palabra del Señor.
Comentario: El evangelio nos muestra a san José, como modelo de esposo y padre de los cristianos. Jesús fue engendrado en la Virgen María por obra del Espíritu Santo y, por ello, es Hijo de Dios. José lo adoptó amorosamente como hijo, aceptando su rol paterno, escuchando el llamado de Dios por medio del Ángel del Señor. En José se cumple cuanto Pablo escribe a los romanos: “La herencia se obtiene por medio de la fe”.
O bien: Lc 2, 41-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre y, acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Palabra del Señor.