Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre Él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Éste es el testimonio que Él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento. Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones. Palabra de Dios.
Comentario: La primera ocupación de la comunidad es la urgencia de orar unidos: “súplicas, peticiones, intercesiones, acción de gracias”. Además, no deben olvidar su carácter misionero y universal, pues esta voluntad salvadora de Dios, abraza a todos, paganos y cristianos, y en el único Salvador, Cristo Jesús.
R. ¡Oye la voz de mi plegaria, Señor!
Oye la voz de mi plegaria, cuando clamo hacia ti, cuando elevo mis manos hacia tu Santuario. R.
El Señor es mi fuerza y mi escudo, mi corazón confía en Él. Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda: por eso le daré gracias con mi canto. R.
El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia; apaciéntalos y sé su guía para siempre. R.
Aleluia. Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único; todo el que cree en Él tiene Vida eterna. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”. Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace”. Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”. Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano. Palabra del Señor.
Comentario: En Jesús, las barreras de la religión desaparecen, puesto que la fe en Dios no discrimina “religión” o “credo”. Porque, teniendo fe, como la del centurión, es posible tocar el corazón de Dios, el cual no hace distinción de personas, credos, si eres rico o pobre. Dios siempre apela a lo que hay en nuestro corazón y a la recta intención con que hacemos las cosas, lo demás es rutina y anécdota.