Lectura del libro de la Sabiduría.
Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas, y la noche había llegado a la mitad de su rápida carrera, tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, como un guerrero implacable, en medio del país condenado al exterminio. Empuñando como una espada afilada tu decreto irrevocable, se detuvo y sembró la muerte por todas partes: a la vez que tocaba el cielo, avanzaba sobre la tierra. Porque la creación entera, obedeciendo a tus órdenes, adquiría nuevas formas en su propia naturaleza, para que tus hijos fueran preservados incólumes. Se vio a la nube cubrir el campamento con su sombra y emerger la tierra seca de lo que antes era agua; apareció en el Mar Rojo un camino despejado y una verde llanura, entre las olas impetuosas: por allí pasó todo un pueblo, protegido por tu mano, contemplando prodigios admirables. Eran como caballos en un pastizal y retozaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su liberador. Palabra de Dios.
Comentario: El relato presenta la noche trágica para los egipcios, porque murieron todos sus primogénitos. En cambio para los israelitas la noche es salvífica, porque fueron liberados. Dios crea por medio de su Palabra y así como creó el mundo continúa realizando estos y otros gestos salvadores, donde el pueblo sencillo los contempla y experimenta su intervención en la circunstancia precisa.
R. ¡Recuerden las maravillas que hizo el Señor!
¡Canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! ¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! R.
Hirió de muerte a los primogénitos de aquel país, a las primicias de todo ser viviente; sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y nadie desfalleció entre sus tribus. R.
Él se acordó de la palabra sagrada, que había dado a Abraham, su servidor, e hizo salir a su pueblo con alegría, a sus elegidos, entre cantos de triunfo. R.
Aleluia. Dios nos llamó, por medio del Evangelio, para que poseamos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”». Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús enseña que se debe orar a Dios con insistencia, pues solo así se puede obtener de él su favor. Sin duda que son muchos los que piden a Dios «justicia», como los pobres o la viuda de esta parábola. No obstante, aquel juez injusto hizo justicia debido a la insistencia de la viuda. En efecto, Jesús invita a orar siempre imitando la constancia de esta pobre viuda que recurre a un juez corrupto para que le resuelva sus problemas.