Día Nacional de la Solidaridad.
Leccionario Santoral: Sant 2, 14-18; Sal 111, 1-9; Mt 25, 35-40.
LECTURA Ez 36, 23-28
Lectura de la profecía de Ezequiel.
Así habla el Señor: Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que Yo soy el Señor −oráculo del Señor− cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que Yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y Yo seré su Dios. Palabra de Dios.
Comentario: El comportamiento del pueblo de Israel no solo degradó su vida sino también el mismo nombre de Dios entre las demás naciones. Sin embargo, Dios ha decidido reparar el ultraje a su nombre, santificándolo: hará volver a su tierra a los israelitas debidamente purificados o convertidos e infundirá en ellos un corazón y un espíritu nuevos.
SALMO Sal 50, 12-15. 18-19
R. Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
ALELUIA Cf. Sal 94, 7-8
Aleluia. Si escuchan la voz del Señor, no endurezcan el corazón. Aleluia.
EVANGELIO Mt 22, 1-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren». Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?». El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes». Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos. Palabra del Señor.
Comentario: La imagen del banquete aparece a menudo en las Escrituras para indicar la alegría en la comunión y en la abundancia de los dones del Señor. Dios –como el rey de la parábola–, es generoso con nosotros, nos ofrece su amistad, sus dones, su alegría, pero a menudo nosotros no acogemos sus palabras. Decía el papa emérito Benedicto XVI: “Todos estamos invitados a ser comensales del Señor, a entrar con la fe en su banquete, pero debemos llevar y custodiar el vestido nupcial, la caridad, vivir un profundo amor a Dios y al prójimo”.