Prefacio de la Ascensión.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
El rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo. Como ellos permanecieron varios días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Félix ha dejado a un prisionero, y durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, presentaron quejas pidiendo su condena. Yo les respondí que los romanos no tienen la costumbre de entregar a un hombre antes de enfrentarlo con sus acusadores y darle la oportunidad de defenderse. Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora, me senté en el tribunal e hice comparecer a ese hombre al día siguiente. Pero cuando se presentaron los acusadores, éstos no alegaron contra él ninguno de los cargos que sospechaba. Lo que había entre ellos eran no sé qué discusiones sobre su religión, y sobre un tal Jesús que murió y que Pablo asegura que vive. No sabiendo bien qué partido tomar en un asunto de esta índole le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para ser juzgados allí. Pero como éste apeló al juicio de Su Majestad imperial, yo ordené que lo dejaran bajo custodia hasta que lo enviara al Emperador». Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo debe comparecer ante el rey Agripa, amigo del gobernador Festo y es juzgado por proclamar “la muerte y resurrección de Jesús”. Es decir, por cuestiones estrictamente religiosas. Con su apelación al César, el Apóstol evita que los judíos acaben con él. Los gobernantes se alarman únicamente cuando el mensaje cristiano es una amenaza para sus pretensiones e intereses políticos.
R. ¡El Señor tiene su trono en el cielo!
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. R.
El Señor puso su trono en el cielo, y su realeza gobierna el universo. ¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles, los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes! R.
Aleluia. El Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Después de la aparición a la orilla del lago, Jesús resucitado dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras». De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme». Palabra del Señor.
Comentario: La triple negación de san Pedro se reivindica con su triple confesión de amor. Él recibe la misión de ejercer el pastoreo universal, desde el amor a Cristo, el único pastor verdadero. Su responsabilidad ministerial le exigirá dar su vida en función de las ovejas. En efecto, la vocación pastoral exige no solo anunciar el Reino, sino también amar a las ovejas, sin considerarlas propias, porque son de Dios, y nunca aprovecharse de ellas.