Lectura del libro de Isaías.
Así habla el Señor: Éste es el ayuno que Yo amo: Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan. Reconstruirás las ruinas antiguas, restaurarás los cimientos seculares, y te llamarán «Reparador de brechas», «Restaurador de moradas en ruinas». Si dejas de pisotear el sábado, de hacer tus negocios en mi día santo; si llamas al sábado «Delicioso» y al día santo del Señor «Honorable»; si lo honras absteniéndote de traficar, de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente, entonces te deleitarás en el Señor; Yo te haré cabalgar sobre las alturas del país y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob, porque ha hablado la boca del Señor. Palabra de Dios.
Comentario: La santificación del sábado era una de las grandes instituciones de Israel. Así como Sión era el lugar santo, el «sábado» era el tiempo santo. Lugar y tiempo que no son santos por sí mismos, sino en la medida en que el hombre los hace tales con su comportamiento humano. Por eso, ni el lugar ni el tiempo santifican al hombre, es el hombre el que santifica a ambos, dedicando ambos al Señor y no a las cosas que nos llevan a perder la conciencia de Dios.
R. ¡Enséñame tu camino, Señor!
Inclina tu oído, Señor, respóndeme, porque soy pobre y miserable; protégeme, porque soy uno de tus fieles, salva a tu servidor que en ti confía. R.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día; reconforta el ánimo de tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquéllos que te invocan: ¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica! R.
«Yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta y viva», dice el Señor.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?». Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se conviertan». Palabra del Señor.
Comentario: El tiempo de Cuaresma nos ayuda a responder con alegría y prontitud, como Mateo, a la llamada a la santidad que Dios le hizo. La santidad, es algo que Dios quiere para todos, no solo para los consagrados, sacerdotes, sino para todo aquel que se siente llamado a transmitir la «Buena Nueva», Jesús. La salvación puede entrar en el corazón cuando nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestro pecado; entonces, hacemos experiencia de lo que nos dice el propio Jesús: «He venido no para los sanos, sino para los enfermos; no para los justos, sino para los pecadores».