Leccionario santoral: Rom 8, 22-27; Sal 18, 8-11; Jn 15, 1-8.
LECTURA Rom 4, 1-8
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos:¿Qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? Si él hubiera sido justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios. Porque, ¿qué dice la Escritura?: “Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación”. Ahora bien, al que trabaja no se le da el salario como un regalo, sino como algo que se le debe. Pero al que no hace nada, sino que cree en Aquél que justifica al impío, se le tiene en cuenta la fe para su justificación. Por eso David proclama la felicidad de aquél a quien Dios confiere la justicia sin las obras, diciendo: Felices aquéllos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido cubiertos. Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su pecado. Palabra de Dios.
Comentarios: En un diálogo imaginario de san Pablo con el judaísmo de su tiempo, se pregunta ¿para qué sirven la circuncisión y la Ley? No obstante, el mismo cuestionamiento tiene sentido porque esa “Ley revelada” a los patriarcas cobra validez en Cristo resucitado. Es decir, Abraham por ser fiel y creer en Dios, recibió la fe de forma gratuita, fue justificado y salvado.
SALMO Sal 31, 1-2. 5. 11
R. ¡Me alegras con tu salvación, Señor!
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: «Confesaré mis faltas al Señor». ¡Y Tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón! R.
ALELUIA Sal 32, 22
Aleluia. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. Aleluia.
EVANGELIO Lc 12, 1-7
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En aquel tiempo, se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquél que, después de matar, tiene el poder de arrojar al infierno. Sí, les repito, teman a ése. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús se dirige a sus discípulos y les advierte de dos cosas: primero, que sean precavidos ante la santidad hipócrita de los fariseos, ya que están faltos de virtud y vacíos por dentro. Segundo, la persecución de la que serán objeto los acompañará siempre por anunciarlo a él. Pero los anima diciéndoles que a los hombres no hay que temer, porque solo matan el cuerpo; por tanto, únicamente se debe temer a Dios que puede dar en justicia la muerte eterna.