Leccionario Santoral: Ef 3, 14-19; Sal 118, 9-14; Mt 23, 8-12.
LECTURA Is 38, 1-6. 22. 7-8. 21
Lectura del libro de Isaías.
El rey Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: «Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más». Ezequías volvió su rostro hacia al pared y oró al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos». Y Ezequías se deshizo en llanto. Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías en estos términos: «Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida; te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiría, y defenderé a esta ciudad». Ezequías respondió: «¿Cuál es la señal de que podré subir a la Casa del Señor?». «Ésta es la señal que te da el Señor para confirmar la palabra que ha pronunciado: En el reloj de sol de Ajaz, Yo haré retroceder diez grados la sombra que ya ha descendido». Y el sol retrocedió en el reloj los diez grados que había descendido. Luego dijo Isaías: «Traigan un emplasto de higos; aplíquenlo sobre la úlcera, y el rey sanará». Palabra de Dios.
Comentario: Para el Profeta la sanación de Ezequías es producto de la confianza que este pone en su Dios. En esta sanación subyacen dos enseñanzas: el escape de la muerte de parte del rey también lo será para Jerusalén, que se librará de su destrucción, porque Dios tiene el poder para “detener la muerte” pero también puede librar a su Pueblo de la destrucción invasora.
SALMO [Sal] Is 38, 10-12. 16
R. ¡Tú has preservado mi vida, Señor!
Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir: he sido destinado a las puertas del Abismo por el resto de mis años. R.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor en la tierra de los vivientes; no veré más a los hombres entre los habitantes del mundo. R.
Arrancan mi morada y me la arrebatan, como una carpa de pastores. Como un tejedor, yo enrollaba mi vida, pero Él me corta de la trama. R.
Los que el Señor protege vivirán, y su espíritu animará todo lo que hay en ellos: Tú me restablecerás y me harás revivir. R.
ALELUIA Jn 10, 27
Aleluia. «Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor. Aleluia.
EVANGELIO Mt 12, 1-8
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado». Pero Él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, Yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa “prefiero la misericordia al sacrificio”, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado». Palabra del Señor.
Comentario: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Para Jesús, lo que cuenta es alcanzar y salvar a los lejanos, como también curar las heridas de los enfermos y reintegrarlos en la comunidad de Dios. Sin embargo, eso escandaliza a más de alguno. En efecto, él no se ha molestado con sus discípulos porque hacen algo “prohibido”, ya que el descanso sabático era una imagen del descanso que el hombre debía encontrar en Dios. En cambio, los fariseos, creyendo “guardar” el sábado fielmente, cometen la atrocidad de juzgar con sus lenguas a los demás, quebrantando realmente el día consagrado a Dios con sus venenosas palabras y su impuro corazón.