Leccionario Santoral: Is 61, 1-3; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Lc 10, 1-9.
Prefacio santos religiosos.
Lectura del primer libro de los Reyes.
Al tercer año de la sequía, la palabra del Señor llegó a Elías en estos términos: «Ve a presentarte a Ajab, y Yo enviaré lluvia a la superficie del suelo». Entonces Elías partió para presentarse ante Ajab, y le dijo: «Sube a comer y a beber, porque ya se percibe el ruido de la lluvia». Ajab subió a comer y a beber, mientras Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se postró en tierra, con el rostro entre las rodillas. Y dijo a su servidor: «Sube y mira hacia el mar». Él subió, miró y dijo: «No hay nada». Elías añadió: «Vuelve a hacerlo siete veces». La séptima vez, el servidor dijo: «Se eleva del mar una nube, pequeña como la palma de una mano». Elías dijo: «Ve a decir a Ajab: engancha el carro y baja, para que la lluvia no te lo impida». El cielo se oscureció cada vez más por las nubes y el viento, y empezó a llover copiosamente. Ajab subió a su carro y partió para Izreel. La mano del Señor se posó sobre Elías; él se ató el cinturón y corrió delante de Ajab hasta la entrada de Izreel. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta coloca en jaque al pueblo y su rey al plantearles la cuestión a qué dios se van a dirigir, a ¿Baal o Yahvé? De este modo, el rey come y bebe para renovar la alianza con Yahvé, que había roto. Y al mismo tiempo es testigo de cómo la formación progresiva de las nubes y de la lluvia son el signo evidente de que el verdadero Dios de la lluvia es Yahvé.
R. ¡Te alabamos, Señor, y bendecimos tu Nombre!
Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales. R.
Riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes. R.
Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia; rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría. R.
Aleluia. «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, así como Yo los he amado», dice el Señor. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata debe ser llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo que todo aquél que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo. Palabra del Señor.
Comentario: “Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos…”, Jesús plantea este punto de partida, porque es consciente de que fariseos y escribas no estaban del todo errados, pues intentaban seguir a la perfección los preceptos de la Ley; lástima que se olvidaban de una cosa: “Misericordia quiero y no sacrificios”. Jesús nos enseña que lo exterior debe ser señal de lo que internamente amamos y preferimos. Por eso, su antítesis: “Escucharon que se dijo… pero yo les digo”. En efecto, Jesús, sin dejar de cumplir ni una letra de la Ley, la lleva a la perfección exigiendo un cambió desde el corazón.