Leccionario Santoral: Hech 11, 21-26; 13, 1-3; Sal 97, 1-6; Mt 10, 7-13.
Prefacio de los Apóstoles. Semana 10ª durante el año.
Lectura del primer libro de los Reyes.
En aquellos días, se secó el torrente del que bebía el profeta Elías porque no había llovido en la región. Entonces la palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: «Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento». Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber». Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: «Tráeme también en la mano un pedazo de pan». Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos». Elías le dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: “El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”». Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías. Palabra de Dios.
Comentario: La persona designada para entretener a Elijah no es uno de los hombres ricos o grandes de Sidón, sino una mujer viuda, pobre y desolada. Es el camino de Dios, y es su gloria, usar y honrar las cosas débiles y necias del mundo. Porque aquellos que pueden aventurarse en la promesa de Dios, no harán ninguna dificultad para exponerse y vaciarse en su servicio. Seguramente el aumento de la fe de esta viuda fue un milagro tan grande en el reino de la gracia, como el aumento de su comida y aceite en el reino de la providencia: “Felices son todos los que pueden, contra la esperanza, creer y obedecer en la esperanza”.
R. ¡Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro!
Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, Tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración. R.
Y ustedes, señores, ¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria, amarán lo que es falso y buscarán lo engañoso? R.
Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Tiemblen, y no pequen más; reflexionen en sus lechos y guarden silencio. R.
Hay muchos que preguntan: «¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?». Pero Tú has puesto en mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el vino. R.
Aleluia. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que los hombres vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo. Palabra del Señor.
Comentario: Las breves parábolas de la sal y la luz completan la proclamación de las Bienaventuranzas. Tanto la sal para conservar los alimentos y la luz para poder ver son indispensables para la vida. Porque la sal y la luz no transforman nada, pero realzan y ayudan a conservar todo, para que podamos vivir sanos y en seguridad. Más explícitamente que la sal, la luz evoca el mensaje de Jesús reflejado en la conducta diaria de quienes son sus seguidores.