Leccionario Santoral: Flp 3, 8−14; Sal 15, 1−2. 5. 7−8. 11; Mt 19, 27−29.
LECTURA Ez 12, 1-12
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La palabra del Señor me llegó en estos términos: “Hijo de hombre, tú habitas en medio de un pueblo rebelde: ellos tienen ojos para ver, pero no ven; tienen oídos para oír, pero no oyen; porque son un pueblo rebelde. En cuanto a ti, hijo de hombre, prepara tu equipaje como si tuvieras que ir al exilio, y parte en pleno día, a la vista de ellos. Emigrarás del lugar donde te encuentras hacia otro lugar, a la vista de ellos: tal vez así comprendan que son un pueblo rebelde. Sacarás tu equipaje en pleno día, a la vista de ellos, y saldrás por la tarde, también a la vista de ellos, como salen los deportados. Abrirás un boquete en el muro y saldrás por él, a la vista de ellos. Cargarás el equipaje sobre tus espaldas y saldrás cuando sea de noche, cubriéndote el rostro para no ver el país, porque yo te he convertido en un presagio para el pueblo de Israel”. Yo hice exactamente lo que se me había ordenado: saqué mi equipaje en pleno día como quien parte para el exilio, y por la tarde abrí un boquete en el muro con la mano. Salí cuando estaba oscuro y cargué el equipaje sobre mis espaldas, a la vista de ellos. A la mañana, la palabra del Señor me llegó en estos términos: “Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, ese pueblo rebelde, qué es lo que estás haciendo? Diles: Así habla el Señor: ‘Este oráculo se refiere al príncipe que está en Jerusalén y a todo el pueblo de Israel que vive en medio de ella’. Diles también: ‘Yo soy un presagio para ustedes. Lo mismo que yo hice se hará con ellos: serán deportados e irán al exilio. El príncipe que está en medio de ellos cargará el equipaje sobre sus espaldas durante la noche, y saldrá por el boquete que abrirán en el muro para hacerlo salir; y él se cubrirá el rostro, para no ver el país’”. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta anuncia sus oráculos contra las naciones y Judá no escapa a ello. Junto con echar por tierra las esperanzas humanas en otros poderes, confirma el juicio de Dios en la historia, porque las consecuencias de la invasión serán el hambre y la ruina de Judá y Jerusalén. Tal vez por esta razón Ezequiel es llamado el profeta de la ruina y de la reconstrucción.
SALMO Sal 77, 56-59. 61-62
R. ¡Recuerden las maravillas del Señor!
Ellos tentaron e irritaron a Dios, no observaron los preceptos del Altísimo; desertaron y fueron traidores como sus padres, se desviaron como un arco fallido. R.
Lo afligieron con sus lugares de culto, le provocaron celos con sus ídolos: Dios lo advirtió y se llenó de indignación, y rechazó duramente a Israel. R.
Entregó su Fortaleza al cautiverio, su Arca gloriosa en manos del enemigo. Entregó su pueblo a la espada, se enfureció contra su herencia. R.
ALELUIA Sal 118, 135
Aleluia. Que brille sobre mí la luz de tu rostro, Señor, y enséñame tus preceptos. Aleluia.
EVANGELIO Mt 18, 21—19, 1
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se acercó Pedro y le preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Éste lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”. Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán. Palabra del Señor.
Comentario: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar? Jesús no nos dice que perdonar sea fácil, sino que es un requisito absolutamente indispensable para nuestra vida. Podríamos decir que es como un mandato, porque nos dice ¡perdona! Odiando, matamos nuestra alma. El deseo de venganza significa que se quiere superar al otro en hacer el mal y esto en vez de sanar la situación, la empeora. Así, el corazón se encuentra como en una ciudad asediada por el enemigo, la caridad rodeada por el odio y el progreso espiritual sumergido en un pozo profundo.