Lectura de la profecía de Oseas.
Israel era una viña exuberante, que producía su fruto. Cuanto más se multiplicaban sus frutos, más multiplicaba él los altares; cuanto mejor le iba al país, mejores hacía él las piedras conmemorativas. Su corazón está dividido, ahora tendrán que expiar: el mismo Señor destrozará sus altares, devastará sus piedras conmemorativas. Seguramente dirán entonces: «No tenemos rey, porque no hemos temido al Señor. Pero el rey ¿qué podría hacer por nosotros?», ¡Samaría está completamente perdida! Su rey es como una astilla sobre la superficie de las aguas. Los lugares altos de Aven, el pecado de Israel, también serán destruidos; espinas y cardos invadirán sus altares. Ellos dirán entonces a las montañas: «Cúbrannos», y a las colinas: «¡Caigan sobre nosotros!». Siembren semillas de justicia, cosechen el fruto de la fidelidad, roturen un campo nuevo: es tiempo de buscar al Señor, hasta que Él venga y haga llover para ustedes la justicia. Palabra de Dios.
Comentario: El Profeta explicita de qué forma Israel, por su soberbia e idolatría, sintió que no necesitaba más de Dios ni rendirle verdadero culto, puesto que este último debía estar basado en el temor a Dios y en su justicia. Así, Israel se convirtió en una viña seca sin fruto y hasta que no madure en su fe tendrá que pagar por su culpa.
R. ¡Busquen el rostro del Señor!
¡Canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! ¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! R.
¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro; recuerden las maravillas que Él obró, sus portentos y los juicios de su boca! R.
Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido: el Señor es nuestro Dios, en toda la tierra rigen sus decretos. R.
Aleluia. El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia. Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús convoca a sus discípulos y ellos reciben una serie de dones que jamás se hubieran imaginado. Creían tenerlo todo y se sentían contentos por estar con el Maestro. Hoy Cristo nos sigue convocando para que vayamos y demos testimonio. Pero necesita de nuestra docilidad, a fin de que respondamos a esta convocatoria como “buenos discípulos”. No es una invitación de grupo, sino individual, donde nos hacemos responsables de su llamado. Como creyentes, no perdamos la oportunidad de estar atentos a lo que él nos pide.