Leccionario Santoral: 1Cor 1,18-25; Sal 33, 2-9; Mt 5, 13-19.
LECTURA Hech 20, 28-38
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo decía a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: “Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha constituido guardianes para apacentar a la Iglesia de Dios, que él adquirió al precio de su propia sangre. Yo sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y aun de entre ustedes mismos surgirán hombres que tratarán de arrastrar a los discípulos con doctrinas perniciosas. Velen, entonces, y recuerden que durante tres años, de noche y de día, no he cesado de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes. Ahora los encomiendo al Señor y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y darles la parte de la herencia que les corresponde, con todos los que han sido santificados. En cuanto a mí, no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de nadie. Ustedes saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros. De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: ‘La felicidad está más en dar que en recibir’”. Después de decirles esto, se arrodilló y oró junto a ellos. Todos se pusieron a llorar, abrazaron a Pablo y lo besaron afectuosamente, apenados sobre todo porque les había dicho que ya no volverían a verlo. Después lo acompañaron hasta el barco. Palabra de Dios.
Comentario: San Pablo dirige su único discurso a cristianos y en concreto a los líderes de las comunidades. En él destaca a los dirigentes de la responsabilidad que tienen al predicar el evangelio y cuidar del rebaño. Les advierte a los responsables contra la ambición del dinero y el olvido de los pobres. Además, les señala que la Palabra está personificada como la única fuerza y dinamismo que puede construir la Iglesia.
SALMO Sal 67, 29-30. 33-36
R. ¡Pueblos de la tierra, canten al Señor!
Tu Dios ha desplegado tu poder: ¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros! A causa de tu templo, que está en Jerusalén, los reyes te presentarán tributo. R.
¡Canten al Señor, reinos de la tierra, entonen un himno al Señor, al que cabalga por el cielo, por el cielo antiquísimo! R.
Él hace oír su voz poderosa, ¡reconozcan el poder del Señor! Su majestad brilla sobre Israel y su poder, sobre las nubes. R.
ALELUIA Cf. Jn 17, 17
Aleluia. Tu palabra, Señor, es la verdad; conságranos en la verdad. Aleluia.
EVANGELIO Jn 17, 6. 11-19
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, manifesté tu nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Cuídalos en tu Nombre que me diste para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, yo los cuidaba en tu nombre que me diste; los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad”. Palabra del Señor.
Comentario: Jesús, como buen intercesor, pide por sus discípulos a su Padre: “cuídalos en tu nombre”. Aquel Dios que se pensaba lejano, ahora se hace definitivamente Padre, gracias a la presencia de Jesús, el Hijo. Jesús, al pedir por sus discípulos, quiere que sean conservados en una fidelidad orientada hacia la plenitud con Dios “para que sean Uno” y cuyo único fundamento sea la unidad del amor del Padre y del Hijo.