Tomado de la Obra: “Historia de Licantén.
Sobre el nombre LORA, algunos investigadores estiman que se debería a una antigua Encomienda llamada La Hora, y otros, basados en la tradición oral en el sector, sería Lovragh: lugar o comunidad de greda en Mapungun. Los incas, en su intento de invasión, la identifican como una localidad Promaucae y, posterior a la invasión española, se le destacó por su evangelización cuatro veces centenaria, dada por su religiosidad. Pero lo que más la caracteriza es su pintoresca Iglesia de adobe, declarada monumento nacional el año 2004, donde cada tercer domingo de octubre se celebra la fiesta de la Virgen del Rosario de Lora. En esta celebración, por generaciones, se revive el Bailecito de los Negros, fiesta también conocida como La Virgen del Rosario, Festividad de Lora y Baile de los Empellejados.
La historia cuenta de la imagen de una Virgen, encontrada por un Misionero entre los aborígenes, la que, al ser llevada a una capilla, desaparecía una y otra vez, hasta que se comprendió que no quería estar donde la llevaban. Después de ser trasladada por los mismos aborígenes junto a los criollos -o mestizos- con danzas y ceremonias, éstos, para que no huyera de los altares, cumplían sagradamente ese día actividades sacras. Y así esta imagen quedó definitivamente en la iglesia de Lora, construcción que tiene más de doscientos años. Hay algunas historias, sin embargo, que relatan que se ha vuelto intentar trasladar a esta Virgen, pero siempre vuelve a desaparecer desde donde la han llevado. La leyenda y tradición dice que en cada ocasión los indígenas y criollos la llevaban de vuelta bailando y cantando, disfrazados, para complacer como hijos amantes a su Madre Santa, evitando que no vuelva a desaparecer. Por lo tanto, el pueblo deberá seguir bailando y cantando al igual que sus ancestros para conmemorar “hoy” estas “devoluciones” de la Virgen al lugar donde ella siempre quiso estar.
En cada celebración la imagen es sacada en “angarillas”, portada en los hombros de hombres ancianos, quienes la transportan a una plazoleta preparada para recibirla. Allí es colocada en un carro repleto de arreglos florales y, llegada a la puerta de la iglesia, el pueblo se ubica en filas de cuatro personas encabezadas por los encargados para hacer una procesión. Normalmente la columna se extiende por más de seis cuadras, donde los fieles van rezando con gritos de gloria y cantando bellas alabanzas, acompañadas de instrumentos folclóricos. También hay madres, padres, jóvenes y hasta niños que han hecho mandas y para “pagarlas”, los niños menores de doce años se visten de angelitos y van sentados junto a la virgen durante la procesión. Los adultos cancelan con dinero, velas y marchan de rodillas hasta el altar del templo. La columna es guiada solemnemente por el capellán o un sacerdote, acompañado de doce huasos de a pie y doce indígenas, quien van batiendo al aire la bandera de Chile junto las banderas de la comparsa; además, la columna siempre va acompañada de dos pifaneros, uno a cada costado (estos son los encargados de tocar las pifilcas, una especie de flauta dulce mapuche picunche). La procesión finaliza cuando se vuelve a la iglesia y comienza la misa, la que incluye el baile de los compadritos o empellejados y las negras con los compases de los pifaneros y los instrumentos folclóricos, quienes visten con terno apropiado y una banda tricolor en bandolera sobre su pecho.
Los compadritos son la autoridad en el baile. Se visten con cueros de ovejas, usando máscaras de cuero de conejo y llevan una espada de madera con sonajas, más una huasca o correa. En su cabeza llevan un bonete de cartón de un metro de altura aproximadamente, adornado con flecos de colores. Ellos van ordenando la comparsa de los penitentes que van bailando. Toda la gente que se compromete a una manda cumple sagradamente con ella, pero, a la vez, todos participan en su camino bailando y cantando y, al llegar los bancos de la iglesia, deben ser corridos hacia los costados. En ese momento todos, en forma muy ordenada, hacen un solo baile que dura veinte minutos y se desarrolla dentro de la iglesia. Esta coreografía se repite cuatro veces durante la misa y consiste en pequeños pasos hacia atrás y hacia delante. Son aproximadamente doce pifaneros quienes, en comparsa, van manteniendo una melodía preestablecida en los ensayos. Unos dan un tono y otros dan otros diferentes, en una reproducción de música folclórica con pifílcas y trutrucas mapuches, y estos artistas vestidos como indígenas.
Pasan los años y la Iglesia es cada día más destacada, y a su alrededor se fue levantando inicialmente un caserío indígena mapuche convertido al catolicismo, pero gobernado por un lonko picunche, ya citados como Maripangui. Más, transcurrido un siglo desde 1695 en que fue concedido como encomienda a un vasco cuyo nombre ha olvidado la historia, por ser su estadía breve dada la disconformidad de los mapuches. Los principales Lonkos de los tiempos de paz, y ello gracias a la labor Misionera, fueron Francisco, Milla, Diego de Lora, José de Lora, Miguel de Lora, Pedro de Lora, Pascual de Lora y Domingo de Lora. La comunidad indígena, además de haberse convertido junto a Licantén al cristianismo, rápidamente fue perdiendo su carácter de indígena, dado el alto nivel del mestizaje. Esta es la razón por la cual encontramos a esta zona inclinada a una tendencia independentista de nuestro país. La Iglesia o Templo les brindaba su protección divina, por lo cual fue el lugar desde donde partían los operativos de los guerrilleros para la época de la Reconquista, en pos de los ideales patriotas, y en épocas posteriores, fue refugio para tropas revolucionarias que marchaban desde el sur rumbo a Santiago, tales como las conducidas por los generales Freire y Prieto.
Llegada la paz al territorio, Lora se destacó por ser una población de alta espiritualidad y por su perfil de grandes artistas, tanto en la alfarería como en tejidos de lanas, así como lo fuera en el pasado, para los tiempos de guerra, en la fabricación de lanzas y armas blancas. Hoy sus guerreros se concentran en el tema espiritual para cada tercer domingo de octubre cuando se celebra la fiesta de la Virgen del Rosario de Lora.