Andrés R. M. MOTTO, CM
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Mis amigos y amigas en la red: ¡Llegamos al mes de diciembre! Parece que el año 2024 hubiera pasado volando. Ya es Adviento y dentro de unas semanas estaremos festejando la Navidad. Algunos con calor y en mi caso, en la lejana París, con frío. ¡Ah! Y con la Catedral de Notre Dame reabierta, aunque parcialmente.
Este tiempo nos confronta nuevamente con la fe. No está mal preguntarnos: ¿es verdad lo que creemos? ¿Después de 21 siglos vale la pena creer en Jesús? ¿Tiene sentido festejar al niño Jesús o lo reemplazamos por el Papá Noel de Coca-Cola? Les comparto un argumento, entre otros, que me hace apostar por Jesús. La primera comunidad identificó al Señor con el Reino de Dios, de modo que sería casi imposible que la cuestión hubiera seguido adelante sin que Él estuviera presente de alguna manera. Y a quienes opinan que los apóstoles y el mismo Pablo eran unos inescrupulosos que querían aprovecharse del fenómeno Jesús, me parece una afirmación poco probable si se capta la vida sacrificada que llevaron, las persecuciones y el mismo martirio que tuvieron. Además, si uno lo compara con otros libros fundantes de religiones, el relator tiende a quedar bien parado. En vez, en los Evangelios, muchas veces los apóstoles quedan como personas torpes y sin gracia, peleando por el poder, no entendiendo al Maestro, abandonándolo en las malas… Cosa poco probable si hubiera sido escrito por una manga de sinvergüenzas.
La primera comunidad simplemente captó que el Padre actuó a favor de su Hijo resucitándolo de los muertos. Este es el fundamento de nuestra fe: la resurrección de Nuestro Señor. La cuestión central no es que Jesús viva en la memoria de sus discípulos, sino que viva. La resurrección de Cristo es sin duda el evento central de la historia, aunque se dio de forma austera. La resurrección de Cristo es el fundamento y la anticipación del mundo redimido de la anti-vida. A partir de ese momento se da un progresivo reinar de Cristo, hasta la comunión plena entre el Resucitado y el universo todo. Pero mientras esto se da, continúan actuando los poderes del mal y la injusticia, también entre los cristianos.
Por eso, la fe pascual es una fe exigente. Para darle una base a esta fe en la resurrección, la Biblia propone una serie de signos: los testigos, la tumba vacía, las sábanas… pero estos signos nunca son apodícticos, sino referencias. Por eso san Pablo al mencionar la cuestión central de la resurrección de los muertos comienza por el hecho de la resurrección de Jesús. En 1 Cor 15 3-20, Pablo hace una solemne profesión de fe en la resurrección del Señor, en la cual incluye una la lista de testigos, entre los cuales se incluye, ya que tuvo un particular encuentro con el resucitado.
El encuentro pleno con Cristo Resucitado se dará en la vida post mortem. Así, la última precisión de la fe, la Escritura Santa nos la remite hacia el futuro. El convencimiento de la fe es certeza en la esperanza. Y al mismo tiempo, esta base de signos y testimonios hace que nuestra fe no sea una ilusión.
Mis lectores: les deseo que la Navidad sea un tiempo de oración, de encuentro con seres queridos, de servicio y de comer algo más rico que de costumbre. Especialmente les deseo que sepamos conectar el misterio de la Navidad con el misterio de la Resurrección para que sea una fiesta plenamente cristiana. Nos vemos el mes próximo.