La Transfiguración del Señor (F). Blanco.
Gloria. Prefacio propio.
Reseña: La Iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor, la que tuvo lugar hacia el año 29, poco antes de su Pasión, en el Monte Tabor (Galilea). En el año 1456, el papa Calixto III declaró esta fiesta universal para toda la Iglesia, en agradecimiento por la victoria de los cristianos contra los turcos en Belgrado, cuya noticia llegara a Roma el 6 de agosto de dicho año. Es un anticipo de la gloria que Cristo ahora goza en la casa del Padre, desde su muerte y resurrección; anticipo también de la gloria que un día experimentaremos nosotros.
1ª LECTURA Dn 7, 9-10. 13-14
Lectura de la profecía de Daniel.
Daniel continuó el relato de sus visiones, diciendo: “Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros. Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”. Palabra de Dios.
Comentario: Unos 165 años antes de la Venida de Cristo, el pueblo estaba angustiado porque los griegos intentaban imponerles su cultura, alejándolos de su fe. Desde esta realidad, surge Daniel profetizando esperanza y confianza, y afirmando que solo el Reinado de Dios es eterno y nadie lo podrá vencer.
Salmo Sal 96, 1-2. 5-6. 9
R. El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y tinieblas lo rodean, la justicia y el derecho son la base de su trono. R.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú, Señor, eres el Altísimo: estás por encima de toda la tierra, mucho más alto que todos los dioses. ¡El Señor reina! ¡Alégrese la tierra! R.
2ª LECTURA 2Ped 1, 16-19
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro.
Queridos hermanos: No les hicimos conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza. En efecto, Él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección”. Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con Él en la montaña santa. Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones. Palabra de Dios.
Comentario: San Pedro alienta a cuantos perdieron el entusiasmo inicial, recordándoles aquellas motivaciones que los deben sostener. Pedro da testimonio de la luz y la voz que tuviera el privilegio de ver y oír durante la Transfiguración del Maestro. Es oportuno releer estas líneas en los momentos de incertidumbre.
ALELUIA Mt 17, 5
Aleluia. Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo. Aleluia.
EVANGELIO Lc 9, 28-36
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto. Palabra del Señor.
Comentario: En el relato de la Transfiguración, Marcos presenta a Jesús llevando a cumplimiento la obra iniciada por Moisés y Elías. El Reino que anuncia es la realización de lo que estaba anunciado. La comunidad eclesial de ayer y de hoy continúa anunciando el Reino de Dios.