La Santísima Trinidad (S). Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio propio.
Sumergirse en el misterio
Jesús se despide de los discípulos y los envía a predicar a todo el mundo. Pero, más que alejarse de ellos, les asegura su continua presencia hasta el fin de los tiempos. Así está hoy con nosotros, los destinatarios actuales de ir a anunciar y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Bautizar para nosotros significa un rito de iniciación cristiana. Para los Apóstoles, expresaba literalmente la idea de sumergirse en el agua y, además en el amor de Dios como Jesús se bautizó (sumergió) en nuestra realidad humana.
El misterio de la Santísima Trinidad, en general, se considera poco importante. Se lo piensa como una doctrina de fe sin influencia en la vida cotidiana. Lo aceptamos como un misterio que no podemos comprender y que no repercute en nosotros. Sin embargo, el evangelio de hoy nos explica cómo debemos comprender la Iglesia de nuestro tiempo, dentro del misterio de la Trinidad.
La primera certeza que nos da es que “Él estará con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Esta auténtica presencia del Resucitado en la comunidad exige, de nosotros, la confianza y la esperanza en los momentos difíciles, y el coraje de reconocerlo en toda circunstancia.
Una segunda verdad es que somos Iglesia, mientras estamos en estado de misión: “Vayan y hagan mis discípulos a todas las naciones”. La Iglesia es una gran escuela de discipulado, en la cual, más que conocimientos y respuestas, se aprende a poner en práctica un gran proyecto de vida, siguiendo a Jesús. Él mismo se había ofrecido como ejemplo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”.
El dinamismo que se nos propone en el misterio de la Santísima Trinidad tiene que dinamizar nuestra vida cotidiana de fe y nuestra práctica cristiana: ir, enseñar y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Jn 16, 13).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: La liturgia de la Santísima Trinidad nos propone adorar el misterio central de nuestra fe: Dios que es uno en su naturaleza y trino en las personas. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es familia: de él venimos y hacia él caminamos.
1ª LECTURA Deut 4, 32-34. 39-40
Guía: El cristiano es un testigo privilegiado de la presencia de Dios en la creación y en la historia.
Lectura del libro del Deuteronomio.
Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto, ante tus mismos ojos? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre. Palabra de Dios.
SALMO Sal 32, 4-6. 9. 18-20. 22
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
La palabra del Señor es recta y Él obra siempre con lealtad; Él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque Él lo dijo, y el mundo existió, Él dio una orden, y todo subsiste. R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
1ª LECTURA Rom 8, 14-17
Guía: El Espíritu Santo nos capacita para descubrir e invocar a Dios como nuestro Padre.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios «iAbbá!», es decir, «iPadre!». El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con Él para ser glorificados con Él. Palabra de Dios.
ALELUIA Cfr. Apoc 1, 8
Aleluia. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluia.
EVANGELIO Mt 28, 16-20
Guía: Jesús envía a apóstoles al mundo para que continúen con su misión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo». Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Ofrecemos los dones del pan y del vino, recibidos de las manos providenciales del Padre, que el Espíritu Santo transformará en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: La comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en el Espíritu Santo, es un anticipo del encuentro definitivo que un día tendremos con el Padre Dios.
DESPEDIDA
Guía: Nos despedimos llevando con nosotros la alegría de ser la familia de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Deseamos de ahora en más testimoniar este gozo que nos compromete a construir nuestro mundo según el Dios trinitario que creemos.