La Sagrada Familia de Jesús, María y José (F). Blanco.
Gloria. Credo. Prefacio de Navidad.
Una familia muy especial
El Señor, en brazos de María y José, visita por primera vez su Templo. No va para juzgar si se observa la Ley ni para tomar posesión, sino a pagar una deuda como pobre hombre y signo de obediencia a su Padre, al cual los hombres han desobedecido.
Dios no exige el sacrificio del hombre para hacernos pesar su divinidad. Él nos pide que lo reconozcamos como regalo para nuestra vida y para la de todos nuestros hermanos sin distinciones. Cuando el hombre reconoce a Dios y lo adora, Dios lo constituye en hombre pleno, cuando se le ofrece la vida, él nos la devuelve eterna, cuando se le pide perdón, él nos devuelve la inocencia y la felicidad…
Los dos ancianos del Templo son, Simeón, que significa “Dios ha escuchado”, y Ana, “agraciada, favorecida por Dios”, hija de Fanuel, “Dios es luz” y de Aser, “felicidad”. Los nombres en la Biblia siempre tienen un significado más profundo y una enseñanza. Ellos reconocen a Jesús porque viven estas simples verdades. Mantienen los sentidos, el corazón y el conocimiento abiertos por el Espíritu. Por eso, ven los acontecimientos en la dimensión del Reino de Dios y no en la de los intereses y las intrigas humanas.
Ya no piden nada al Señor, sino solo agradecer porque han contemplado la llegada del Mesías para irse en paz de esta vida. Ven en el Mesías la salvación no solo de Israel, sino también de todos los pueblos, aunque no dejan de hacer notar que, frente a su persona, muchos tropezarán y caerán. No es el Mesías esperado por las visiones humanas de la historia. Simeón ve en María a la que estará junto al Salvador sufriente.
Ana se entusiasma porque se cumple el tiempo de espera y “hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén”. Los dos ancianos son los primeros misioneros del Señor en el Templo.
Una familia sencilla y muy especial. Dos ancianos simples y muy ricos de gracia. Un recién nacido en brazos que ya es anunciado como el salvador… Hoy, el evangelio nos llama a descubrir estas claves evangélicas para enriquecer nuestro modo de vivir.
“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido” (Lc 2, 29).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: La familia de Nazaret, a pesar del contexto sociocultural muy diferente del nuestro, sigue siendo un punto de referencia privilegiado para los cristianos.
1ª LECTURA Gn 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3
Guía: Dios ha escogido a Abraham, cumple la promesa y lo hace padre de un pueblo innumerable.
Lectura del libro del Génesis.
En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám en una visión, en estos términos: “No temas, Abrám. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande”. “Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?”. Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”. Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Y le dijo: «Ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que Yo te he constituido Padre de la multitud de naciones». El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa. En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac. Palabra de Dios.
SALMO Sal 104, 1-6. 8-9
R. El Señor, se acuerda eternamente de su Alianza.
¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! R.
¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! ¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro! R.
¡Recuerden las maravillas que Él obró, sus portentos y los juicios de su boca! Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido. R.
Él se acuerda eternamente de su Alianza, de la palabra que dio por mil generaciones, del pacto que selló con Abraham, del juramento que hizo a Isaac. R.
2ª LECTURA Heb 11, 8. 11-12. 17-19
Guía: La grandeza de Abraham está en haber respondido a Dios con una fe inmensa; a pesar de las apariencias contrarias.
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. También la estéril Sara, por la fe, recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo. Palabra de Dios.
ALELUIA Heb 1, 1-2
Aleluia. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos hablo por medio de su Hijo. Aleluia.
EVANGELIO Lc 2, 22-40
Guía: La presentación en el Templo nos revela a Jesús “luz de las naciones”, signo “de contradicción y de salvación para muchos”.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos». Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Ponemos sobre el altar los logros, los sufrimientos, las esperanzas de nuestras familias, mientras pedimos que ellas sean “pequeñas iglesias domésticas”.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: Al recibir el cuerpo de Cristo, reafirmamos el compromiso de unidad, de comunión y del amor de nuestras familias.
DESPEDIDA
Guía: La familia de Nazaret no es solo modelo de la familia cristiana, es también intercesora ante el Padre. Al despedirnos de esta eucaristía, recordemos que “la familia que reza unida, permanece unida”.