En un clima de recogimiento y oración, la Basílica de San Pedro fue este miércoles el escenario de una celebración litúrgica cargada de significado eclesial y espiritual: la Santa Misa Pro eligendo Romano Pontifice, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, en vísperas del inicio del cónclave que elegirá al próximo Papa.
“Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo”, proclamó el cardenal Re durante su homilía, apelando a la necesidad de discernimiento profundo en este momento crucial para la Iglesia. Con voz serena pero firme, subrayó que el acto de elegir al nuevo Sucesor de Pedro es una “decisión de gran importancia”, que requiere dejar de lado intereses personales y centrarse únicamente en el bien de la Iglesia y de la humanidad.
Inspirado en los textos litúrgicos del día, el cardenal Re destacó la centralidad del amor cristiano como el mandamiento nuevo de Jesús. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”, recordó, citando el Evangelio de San Juan, y exhortó a los presentes —y a todo el Pueblo de Dios— a vivir un amor sin límites, base de lo que san Pablo VI llamó la “civilización del amor”.
En esa línea, resaltó el gesto de humildad de Cristo al lavar los pies de sus discípulos, incluyendo a Judas, como modelo para los pastores de la Iglesia. “La cualidad fundamental de los pastores es el amor hasta el don total de sí”, afirmó, aludiendo también a las palabras del profeta Isaías leídas durante la liturgia.
Uno de los momentos más solemnes de la homilía fue la reflexión sobre la figura del Papa como piedra de unidad. “La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa”, expresó con profundidad teológica. Recordó también que el futuro Pontífice debe ser un artífice de comunión, no solo entre los obispos y fieles, sino también entre culturas, pueblos y naciones.
El cardenal Re evocó el Tríptico Romano de san Juan Pablo II, haciendo referencia a la imagen del Juicio Final de Miguel Ángel que domina la Capilla Sixtina, donde se desarrollará el cónclave. “Que recuerde a cada uno la grandeza de la responsabilidad”, dijo, citando el deseo del difunto Papa.
La homilía concluyó con una ferviente oración: que el Espíritu Santo inspire a los cardenales electores para escoger un Papa “según el corazón de Dios”, capaz de despertar las conciencias y guiar al mundo hacia una humanidad más justa y espiritual, en una época marcada por el progreso técnico y el olvido de lo trascendente.
El cardenal encomendó esta intención a la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, confiando en que Ella acompañe con su protección maternal este proceso que marcará un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica.