Al iniciar el Mes de la Solidaridad, cerca de 350 personas entre adultos mayores, voluntarios y gente en situación de calle, compartieron la tarde del 2 de agosto de una gran mesa de encuentro, acogida y gratitud. “El amor hace milagros. Multipliquemos los milagros de Jesús con gestos sencillos”, les dijo el Arzobispo de Santiago, Cardenal Ricardo Ezzati a los asistentes.
La actividad comenzó con la celebración de la liturgia y bendición, para luego dar paso al compartir una once comunitaria con todos los asistentes provenientes de comedores, albergues y centro abiertos que tiene la Iglesia de Santiago en toda la Arquidiócesis.
El cardenal Ezzati dio la bienvenida y señaló que la solidaridad es una expresión del ser hermanos y hermanas. “Ya no es el color de la piel, ni la condición social. Lo que nos hace hermanos y hermanas es que tenemos un solo Padre, que es Dios, y un hermano, Jesús, que ha entregado su vida para que nosotros también seamos hermanos”, dijo.
Después de la proclamación del Evangelio sobre la multiplicación de cinco panes y dos pescados, el Arzobispo de Santiago, destacó gestos de solidaridad que presenció de parte de gente muy humilde hacia otros necesitados: “El amor hace milagros. Queridos voluntarios, ¡multipliquemos los milagros de Jesús con gestos sencillos, como los gestos de Jesús!”. Llamó a tener las puertas abiertas a los más pobres no solamente en el Mes de la Solidaridad, sino a lo largo de todo el año, para que “los hermanos que más lo necesitan puedan encontrar la dignidad del cariño, la dignidad de la acogida, del respeto, que se expresa también en una taza de café, en un pan o en un almuerzo, gestos que evangelizan y hacen presente el amor de Dios”.
El pastor pidió a los invitados a este encuentro en la iglesia catedral a “sentirse siempre en la casa propia, porque es la casa de Dios”, y a los agentes pastorales que creen “las mejores condiciones de acogida, de bondad, de respeto, de promoción humana” para estos hermanos necesitados.
TODOS EN LA MISMA MESA
María Elvira Smith es voluntaria de la Zona Cordillera, en la Parroquia Santa Elena, y también en el comedor de las Hermanas de la Providencia. Cuando jubiló, buscó alguna actividad de ayuda a quienes sufren y tras una eucaristía conoció el trabajo en los comedores. “Cada día estoy más comprometida con esto, no sólo ayudo a otros, sino que me hace muy bien, me llena el corazón. Es muy gratificante lo que está haciendo la Iglesia a través de sus parroquias, al servicio de la gente que más lo necesita”, comentó.
Carmen Gloria Faúndez almuerza cada domingo junto a su hijo, en comedor Santo Tomás de la Zona Oriente. “Es muy bonito lo que hacen por nosotros, nos ayudan mucho, no sólo nos dan comida, sino que además comparten con nosotros, nos enseñan sobre la vida y nos apoyan en el dolor”, comentó con emoción.
Francisco Román es un adulto mayor que vive en Huechuraba, en una pieza de cuatro por cuatro metros y todos los días se levanta muy temprano a tomar desayuno en el comedor de la Iglesia San Francisco. “Esto es lo más lindo, se pasó, ha sido un siete. Le doy las gracias a Dios de poder conocer al cardenal”, agregando “si el Padre Hurtado estuviera hoy aquí, sería otro Chile. Nos juntaría a todos de corazón. Por eso llamo a todos los chilenos a que ayuden a los hermanos que viven en la calle, somos todos hermanos. Tenemos la misma sangre roja, sin importar si la piel es blanca, amarilla o negra”.