JUEVES 24
JUEVES SANTO. Blanco.
Gloria. Prefacio propio. Día del sacerdocio ministerial.
Beato Óscar Romero, mr.
MISA CRISMAL
En sentido estricto la Misa Crismal no pertenece al Triduo pascual (jueves, viernes y sábado santo). En ella, el obispo de cada diócesis concelebra con su presbiterio (sacerdotes diocesanos y religiosos de la diócesis), siendo, a nivel litúrgico, la expresión máxima de la “comunión” (unidad) que existe entre él y sus sacerdotes.
Es conveniente que, en cuanto sea posible, participen el máximo número de sacerdotes o al menos que estén representadas todas las zonas y pastorales diocesanas. En un determinado momento, ante su obispo y comunidades presentes, renuevan su respuesta al llamado a la vida sacerdotal y las promesas asumidas el día de su ordenación, principalmente a unirse íntimamente al Señor y ser fieles dispensadores de los misterios de Dios.
Durante la Misa Crismal, el obispo consagra el santo crisma, de allí su nombre, con el cual se ungirá a los recién bautizados y a los que sean ordenados sacerdotes y obispos; además, el obispo bendice el óleo con que se ungirán a los enfermos y el óleo de los catecúmenos, con el cual se ungirá a los que van a ser bautizados.
Es aconsejable, para quienes puedan hacerlo, averiguar el día y hora, y así participen de esta misa diocesana (normalmente en la Iglesia Catedral) que expresa la unidad diocesana y eclesial.
Misa vespertina de la Cena del Señor. Blanco.
Gloria. No se dice el Credo. Prefacio propio.
La Misa de la Cena del Señor se celebra por la tarde a la hora más oportuna, con la participación de la comunidad local y con la intervención de todos los sacerdotes y ministros que desempeñan su propio oficio. Pueden concelebrar todos los sacerdotes, aunque hayan concelebrado el mismo día en la Misa crismal o celebrado otra Misa vespertina para utilidad de los fieles.
Donde lo exija alguna razón pastoral, el Ordinario del lugar puede autorizar que se celebre otra Misa en las iglesias u oratorios en horas de la tarde; y en caso de verdadera necesidad, aun por la mañana, pero solamente para aquellos fieles que, de ninguna manera, pueden participar de la Misa vespertina.
Téngase cuidado, sin embargo, que estas celebraciones excepcionales no se realicen en beneficio de personas particulares o en perjuicio de la asistencia a la Misa vespertina principal.
La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles solo dentro de la Misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
Las flores para adornar el altar deben usarse con moderación, respetando las características del día. El tabernáculo debe estar completamente vacío. En la Misa deberán consagrarse suficientes hostias para el clero y el pueblo que comulgarán hoy y mañana.
Jesús se hizo cordero
Jesús ya había celebrado otros años las fiestas de Pascua con sus discípulos. Por eso, Juan nos aclara que esta vez quiere celebrar con cierta anticipación y les pide que preparen todo. Este detalle les preanuncia una celebración especial. Jesús no se ceñirá estrictamente a los ritos de la tradición dando a todo un nuevo significado y poniendo a estos días como el inicio de una nueva alianza de Dios con nosotros.
Él ya no ofrece un cordero para la fiesta, sino que se ofrece a sí mismo, no la sangre de animales, sino la suya, no un recuerdo de la liberación de Egipto, sino la liberación hoy de todos nosotros.
Ya no se celebrará un rito. No bastará comer el cordero, sino que habrá que hacerse cordero para los demás; ya no será suficiente ayudar al necesitado, sino ponernos a disposición de quien nos necesite.
Jesús no es obligado a estos gestos por un ritual, sino que lo hace libremente y por amor al Padre y a nosotros. Es como ir a misa por amor a Dios y no porque está mandado o porque faltar es pecado o porque tenemos que acompañar a alguien.
Mientras cenaba con los Apóstoles, Jesús se levanta, deja a un lado su manto, toma una toalla, y comienza a lavar los pies de sus discípulos. Ninguno de ellos había omitido los ritos de purificación, por lo tanto estaban limpios materialmente. Pero viendo el gesto de su Maestro y escuchándolo, aprenden que es necesaria otra limpieza interior y profunda. Es la única que nos garantiza la entrada al nuevo reino de Jesús.
Comenzamos este triduo pascual y, hoy Jesús nos llama a celebrar con él y como él esta fiesta de Pascua. No recordamos lo que sucedió hace miles de años, sino lo que sucede hoy. Hoy, la Humanidad necesita de personas que se hagan corderos de los demás, que laven y limpien de los pecados, que se asemejen a Jesús.
“Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13, 15).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: En esta tarde santa, hacemos memoria de la Última Cena. En ella, veremos cómo Jesús anticipó su entrega en la cruz, regalándonos la Eucaristía, el sacerdocio ministerial y el mandamiento nuevo del amor.
1ª LECTURA Éx 12, 1-8. 11-14
Guía: La pascua era una fiesta importante para Israel, recordando la salida de la esclavitud en Egipto. Esta liberación se recordaba como un regalo de Dios, pero también como un duro camino por el desierto para conquistarla.
Lectura del libro del Éxodo.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: ‘El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando Yo castigue al país de Egipto. Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua’”. Palabra de Dios.
SALMO Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18
R. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
2ª LECTURA 1Cor 11, 23-26
Guía: Aunque no participara de la Última Cena, san Pablo testimonia cuanto ha recibido directamente del Señor.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 13, 34
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”, dice el Señor.
EVANGELIO Jn 13, 1-15
Guía: En el lavado de los pies a los Apóstoles, Jesús nos entrega el espíritu con el cual hay que servir y amar a nuestros semejantes.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no solo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes”. Palabra del Señor.
Después de la homilía, si conviene pastoralmente, se realiza el lavatorio de pies.
Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar adecuado. El sacerdote, dejando la casulla si parece necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca.
LAVATORIO DE LOS PIES
Guía: El sacerdote repetirá el gesto del lavado de los pies. Algunos miembros de la comunidad nos representan. Este rito litúrgico, que se realiza en este día, es una invitación a estar dispuestos a servir y amar a nuestros semejantes, de todas las maneras posibles.
Mientras tanto, se entona un canto adecuado.
Inmediatamente después del lavatorio de los pies, el sacerdote se lava y seca las manos, se coloca nuevamente la casulla y regresa a la sede.
Se reza la oración de los fieles. No se dice Credo.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Al presentar las ofrendas del pan y del vino, nos ofrecemos nosotros como ofrenda de servicio a los demás.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: Con alegría, recibimos la invitación a cenar hoy con Jesús. De aquí, saldremos dispuestos a amar y servir a los demás, especialmente a los más necesitados.
DESPEDIDA
Guía: El sacerdote y los ministros se preparan para llevar en procesión el Santísimo Sacramento. En primer lugar, se despoja el altar como Jesús fuera despojado de sus vestiduras. Comenzamos así un tiempo de profunda oración y reflexión. Esta noche, se invita adorar la eucaristía que será reservada en un lugar preparado a tal fin.
TRASLADO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Concluida la oración después de la Comunión, el sacerdote de pie ante el altar pone incienso en el turíbulo y, de rodillas, inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Luego recibe el velo humeral de color blanco, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del velo.
Se forma la procesión para llevar el Santísimo Sacramento a través del templo hasta el lugar preparado para su reserva, que puede ser una capilla convenientemente dispuesta y adornada. En la procesión, precede el crucifero con dos ceroferarios; a continuación, otros ministros con candelas en sus manos.
Delante del sacerdote que traslada el Santísimo Sacramento va el turiferario.
Durante la procesión se canta el himno Pange lingua (excepto las dos últimas estrofas), u otro canto eucarístico.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote deja el copón, pone incienso y, de rodillas, lo inciensa, mientras se canta Tantum ergo sacramentum (últimas dos estrofas del Pange lingua) u otro canto eucarístico.
Después el diácono o el mismo sacerdote coloca el copón en el tabernáculo y cierra la puerta. Todos hacen unos momentos de oración en silencio y, luego, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y regresan a la sacristía.
En el momento oportuno se despoja el altar y, si es posible, se retiran las cruces del templo.
Quienes participaron de esta Misa vespertina no celebran las Vísperas de la Liturgia de las horas.
Exhórtese a los fieles que, esta noche, según las circunstancias y costumbres del lugar, permanezcan durante un tiempo en adoración delante del Santísimo Sacramento. Después de la medianoche, la adoración se realiza sin solemnidad alguna.
Si en alguna iglesia no tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo, la Misa concluye como de costumbre y el Santísimo Sacramento se repone en el tabernáculo.