Jueves Santo. Blanco.
Día del sacerdocio ministerial.
Conforme a la antigua tradición de la Iglesia, hoy no se permite celebrar la Misa sin pueblo.
Misa Crismal
El obispo realiza la bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, y la consagración del crisma en este día, según la costumbre, en la Misa propia que ha de celebrarse por la mañana.
Se utiliza para ello el rito establecido en el Pontifical Romano. Esta Misa, que el obispo concelebra con su presbiterio, expresa la comunión que existe entre los presbíteros y su obispo.
Es conveniente, por tanto, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible, participen de ella y reciban la comunión bajo las dos especies. Para significar la unidad del presbiterio diocesano, procúrese que los presbíteros que concelebran con su obispo sean de las diversas zonas de la diócesis.
Según la costumbre tradicional, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de finalizar la Plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma, después de la comunión.
Con todo, por razones pastorales, es lícito realizar todo el rito de estas bendiciones después de la Liturgia de la Palabra.
Gloria. Prefacio propio.
La Misa de la Cena del Señor se celebra por la tarde a la hora más oportuna, con la participación de la comunidad local y con la intervención de todos los sacerdotes y ministros que desempeñan su propio oficio. Pueden concelebrar todos los sacerdotes, aunque hayan concelebrado el mismo día en la Misa crismal o celebrado otra Misa vespertina para utilidad de los fieles.
Donde lo exija alguna razón pastoral, el Ordinario del lugar puede autorizar que se celebre otra Misa en las iglesias u oratorios en horas de la tarde; y en caso de verdadera necesidad, aun por la mañana, pero solamente para aquellos fieles que, de ninguna manera, pueden participar de la Misa vespertina.
Téngase cuidado, sin embargo, que estas celebraciones excepcionales no se realicen en beneficio de personas particulares o en perjuicio de la asistencia a la Misa vespertina principal.
La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la Misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
Las flores para adornar el altar deben usarse con moderación, respetando las características del día. El tabernáculo debe estar completamente vacío. En la Misa deberán consagrarse suficientes hostias para el clero y el pueblo que comulgarán hoy y mañana.
El lavatorio de los pies, en la antigüedad, era un gesto de hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo a su amo o la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre. Jesús rompe la tradición para demostrar que quien quiera ser el primero debe ser el servidor de todos, porque la verdadera grandeza está en el amor que nos hermana. Están cenando cuando se incorpora, deja el manto y toma una toalla o delantal, se la ata a la cintura, como hacen los siervos, para significar que él es el siervo de todos, lava los pies de sus discípulos.
Dios muestra su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre que nos comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio sobre nosotros. Jesús nos levanta a su nivel: nos trató como señores. Su gesto elimina los rangos para que, en la comunidad que él funda, cada uno sea libre; son todos señores si todos son servidores. El amor promueve la libertad.
Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres, porque el poder que se sitúa por encima del hombre se pone por encima de Dios.
Pedro no acepta que Jesús le lave los pies porque todavía espera un mesías glorioso, con poder y riqueza. No entiende que Jesús le lave los pies solo porque lo ama y no por otro motivo. La medida de nuestro amor a los demás es como Jesús nos ha amado, y esto que parece imposible se puede hacer realidad si nos identificamos con él.
No celebramos este rito para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer que es la única manera posible de ser sus discípulos. Hoy también es la fiesta de los sacerdotes, servicio si lo hay, porque, en nombre y con el poder del Señor Jesús, pueden lavar los pies de toda la Humanidad. Todos los ministros del Señor se caracterizan por tener un gran delantal misericordioso… y también todos los bautizados.
Se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura (Jn 13, 4).
P. Aderico Dolzani, ssp.
Se canta o se dice el Gloria.
Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual, a no ser que el Obispo diocesano juzgue oportuno establecer otra cosa. Asimismo el órgano y los demás instrumentos musicales deben usarse únicamente para acompañar el canto.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: Estamos de fiesta. Tenemos motivo para estar alegres: vamos a hacer memoria de lo que hizo Jesús en la Última Cena. Nos donó su Cuerpo y su Sangre –la eucaristía–; nos donó el sacerdocio ministerial y el gran mandamiento del amor. Una cena maravillosa, llena de amor que anticipa el “amor hasta el fin” que celebramos en este Triduo Pascual de su Muerte y Resurrección.
1ª LECTURA Éx 12, 1-8. 11-14
Guía: La pascua era la más grande fiesta judía porque celebraba el recuerdo de su paso de la esclavitud a la libertad.
Lectura del libro del Éxodo.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: ‘El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando Yo castigue al país de Egipto. Éste será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua’”.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18
R. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
O bien:
R. El cáliz que bendecimos es la comunión de la Sangre del Señor.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
2ª LECTURA 1Cor 11, 23-26
Guía: San Pablo testifica lo que Jesús hizo en la Última Cena.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Jn 13, 34
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”, dice el Señor.
EVANGELIO Jn 13, 1-15
Guía: En el gesto conmovedor del lavatorio de los pies, Jesús nos entrega su herencia de amor y de servicio.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes”.
Palabra del Señor.
Después de la homilía, si conviene pastoralmente, se realiza el lavatorio de pies.
Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar adecuado. El sacerdote, dejando la casulla si parece necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca.
Lavatorio de los pies
Guía: El lavatorio de los pies que Jesús realizó tiene un simbolismo profundo: el servicio humilde; el gozoso deber de amarnos y ayudarnos mutuamente. Ahora el sacerdote repetirá el gesto de Jesús con algunos miembros de la comunidad que nos representan, para recordarnos que “todos debemos lavarnos los pies unos a otros”.
Mientras tanto, se entona un canto adecuado.
Inmediatamente después del lavatorio de los pies, el sacerdote se lava y seca las manos, se coloca nuevamente la casulla y regresa a la sede.
Se reza la oración de los fieles. No se dice Credo.
Liturgia de la Eucaristía
Al comienzo de la liturgia eucarística puede organizarse una procesión de los fieles que acercan al altar, junto con el pan y el vino, las ofrendas para los pobres. Mientras tanto, se canta un canto adecuado.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: La bondad de Dios puso a nuestra disposición todos los bienes materiales y espirituales. Por eso, con los dones del pan y el vino, presentemos al Señor la generosidad de nuestra colecta y los esfuerzos de conversión.
PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN
Guía: También ustedes deben lavarse los pies unos a otros, dijo Jesús. Con alegría, vayamos a recibir el Pan de Vida, recordando que la eucaristía es el vínculo del amor.
En el momento de la Comunión, el sacerdote puede entregar la Eucaristía de la mesa del altar al diácono o a un acólito instituido o a un ministro extraordinario de la Comunión, para que sea llevada a los enfermos que comulgan en su casa.
Terminada la distribución de la comunión, se pone sobre el altar el copón con las hostias consagradas para la comunión del día siguiente. El sacerdote de pie reza la oración después de la Comunión.
Traslado del Santísimo ?Sacramento
Concluida la oración después de la Comunión, el sacerdote de pie ante el altar pone incienso en el turíbulo y, de rodillas, inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Luego recibe el velo humeral de color blanco, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del velo.
Se forma la procesión para llevar el Santísimo Sacramento a través del templo hasta el lugar preparado para su reserva, que puede ser una capilla convenientemente dispuesta y adornada. En la procesión, precede el crucifero con dos ceroferarios; a continuación, otros ministros con candelas en sus manos.
Delante del sacerdote que traslada el Santísimo Sacramento va el turiferario.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote deja el copón, pone incienso y, de rodillas, lo inciensa, mientras se canta Tantum ergo sacramentum (últimas dos estrofas del Pange lingua) u otro canto eucarístico.
Después el diácono o el mismo sacerdote coloca el copón en el tabernáculo y cierra la puerta. Todos hacen unos momentos de oración en silencio y, luego, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y regresan a la sacristía.
En el momento oportuno se despoja el altar y, si es posible, se retiran las cruces del templo.
Exhórtese a los fieles que, esta noche, según las circunstancias y costumbres del lugar, permanezcan durante un tiempo en adoración delante del Santísimo Sacramento. Después de la medianoche, la adoración se realiza sin solemnidad alguna.
Si en alguna iglesia no tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo, la Misa concluye como de costumbre y el Santísimo Sacramento se repone en el tabernáculo.
DESPEDIDA
Guía: Hemos iniciado el triduo Pascual. Nos acercamos a su muerte y resurrección gloriosa. Tengamos el ánimo dispuesto para seguir celebrando los misterios de nuestra fe. Ahora nos vamos a nuestros hogares a meditar y a acompañar a Jesús en la oración.