Santa Cecilia, v. y mr. (MO). Rojo.
Leccionario Santoral: Os 2, 16-17. 21-22; Sal 11-12. 14-17; Mt 25, 1-13.
LECTURA Apoc 5, 1-10
Lectura del libro del Apocalipsis. Yo, Juan, vi en la mano derecha de Aquél que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?». Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella, era capaz de abrir el libro ni de leerlo. Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los Ancianos me dijo: «No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y Él abrirá el libro y sus siete sellos». Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono de los veinticuatro Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de Aquél que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos, y cantaban un canto nuevo, diciendo: «Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones. Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal para nuestro Dios, y ellos reinarán sobre la tierra». Palabra de Dios.
Comentario: Quizá la figura más emblemática en este relato es la de Jesucristo, descrito como el Cordero. Viene embelesado de divinidad, señorío y poder. Es el Señor que, mediante su Misterio Pascual de muerte y resurrección, es investido con toda la autoridad que le viene de lo alto y derrama sobre la tierra el Espíritu Santo. Su entronización desencadena una serie de alabanzas y oraciones, que hasta nuestros días los creyentes no olvidamos.
SALMO Sal 149, 1-6. 9
R. ¡Nos has hecho reyes y sacerdotes para nuestro Dios!
Canten al Señor un canto nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que Israel se alegre por su Creador y los hijos de Sión se regocijen por su Rey. R.
Celebren su Nombre con danzas, cántenle con el tambor y la cítara, porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes. R.
Que los fieles se alegren por su gloria y canten jubilosos en sus fiestas. Glorifiquen a Dios con sus gargantas: éste es un honor para todos sus fieles. R.
ALELUIA Cf. Sal 94, 7-8
Aleluia. Escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón. Aleluia.
EVANGELIO Lc 19, 41-44
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas. Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios». Palabra del Señor.
Comentario: Jesús, como buen judío, ama a Jerusalén; pero lamenta su estado actual y en lo que se ha convertido, y por eso llora. Sabe que están dadas las condiciones para que el plan de Dios se cumpla y al fin el pueblo se convierta. Sin embargo, su obstinación, soberbia y corazón de piedra les impide ver el paso de Dios. Seguramente, también lo ha hecho por nosotros, ¿lo hemos escuchado? ¿En qué Jesús cambió nuestra vida?