Jueves Santo. Blanco.
Se dice Gloria. No se dice Credo.
Día del sacerdocio ministerial.
Conforme a la antigua tradición de la Iglesia, hoy no se permite celebrar la Misa sin pueblo.
Un gesto profético
Juan inicia el relato de la pasión con el gesto profético del lavatorio de los pies a los discípulos, tarea de los esclavos a la que ningún judío se sometía. Para Jesús, en cambio, es el gesto con el cual quiere simbolizar que él está al servicio de los suyos y que, por amor a ellos, será capaz de sobrellevar cualquier humillación, hasta la extrema de ser crucificado desnudo frente a la ciudad santa.
El morir en la cruz estaba reservado para los esclavos rebeldes, los grandes criminales y los sediciosos. Era la muerte más humillante y marcaba al ejecutado, a su familia y a su grupo. Todo comienza en la víspera de la fiesta de Pascua, celebrada en memoria del paso de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida para ser nación y patria definitiva del pueblo elegido. Para Jesús es el paso de la tierra al cielo y el regreso al Padre después de redimir a la humanidad y señalar un sendero de luz hacia la eternidad para todos los hombres.
Simón Pedro rechaza el gesto de Jesús; en su contexto social, era un servicio denigrante que no se podía exigir ni a un esclavo circuncidado, menos aún, recibirlo de su Maestro en el que no solamente creía, sino que amaba y había jurado dar la vida por él.
Jesús le da una respuesta misteriosa: “No puedes comprender ahora lo que hago, lo comprenderás después”. Pedro no se convence y vuelve a rechazar el lavatorio. Jesús le hace entender que, si no lo acepta, también se separará para siempre de él, porque no acepta su sacrificio redentor simbolizado en ese gesto.
Jesús termina el lavatorio pidiéndoles que hagan lo mismo, que se sirvan los unos a los otros como esclavos, así nunca nadie será dueño de nadie. Cada vez que nos arrepentimos, Jesús nos lava no solo los pies, sino también la vida y nos pide que hagamos lo mismo.
“Ustedes también deben lavarse los pies unos a otros”, (Jn 13, 14).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MISA CRISMAL
El obispo realiza la bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, y la consagración del crisma en este día, según la costumbre, en la Misa propia que ha de celebrarse por la mañana. Se utiliza para ello el rito establecido en el Pontifical Romano. Esta Misa, que el obispo concelebra con su presbiterio, expresa la comunión que existe entre los presbíteros y su obispo. Es conveniente, por tanto, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible, participen de ella y reciban la comunión bajo las dos especies. Para significar la unidad del presbiterio diocesano, procúrese que los presbíteros que concelebran con su obispo sean de las diversas zonas de la diócesis. Según la costumbre tradicional, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de finalizar la Plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma, después de la comunión. Con todo, por razones pastorales, es lícito realizar todo el rito de estas bendiciones después de la Liturgia de la Palabra.
Misa Vespertina de la Cena del Señor. Blanco.
La Misa de la Cena del Señor se celebra por la tarde a la hora más oportuna, con la participación de la comunidad local y con la intervención de todos los sacerdotes y ministros que desempeñan su propio oficio. Pueden concelebrar todos los sacerdotes, aunque hayan concelebrado el mismo día en la Misa crismal o celebrado otra Misa vespertina para utilidad de los fieles. Donde lo exija alguna razón pastoral, el Ordinario del lugar puede autorizar que se celebre otra Misa en las iglesias u oratorios en horas de la tarde; y en caso de verdadera necesidad, aun por la mañana, pero solamente para aquellos fieles que, de ninguna manera, pueden participar de la Misa vespertina. Téngase cuidado, sin embargo, que estas celebraciones excepcionales no se realicen en beneficio de personas particulares o en perjuicio de la asistencia a la Misa vespertina principal. La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la Misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día. Las flores para adornar el altar deben usarse con moderación, respetando las características del día. El tabernáculo debe estar completamente vacío. En la Misa deberán consagrarse suficientes hostias para el clero y el pueblo que comulgarán hoy y mañana.
ANTíFONA DE ENTRADA Cfr. Gál 6,14
Debemos gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección; por él hemos sido salvados y redimidos.
Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual, a no ser que el Obispo diocesano juzgue oportuno establecer otra cosa. Asimismo el órgano y los demás instrumentos musicales deben usarse únicamente para acompañar el canto.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena en la que tu Hijo unigénito, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el nuevo y eterno sacrificio, banquete pascual de su amor, concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
1ª LECTURA Ex 12, 1-8. 11-14
Lectura del libro del Éxodo.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: ‘El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando Yo castigue al país de Egipto. Éste será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua’”. Palabra de Dios.
Comentario: La Pascua era (es) la fiesta más importante de Israel. Se celebra el nacimiento del Pueblo, con el poder de Dios, más fuerte que todos los poderes (simbolizados en el Faraón y en el Mar), capaz de liberarlos y sacarlos de la esclavitud hacia la Patria.
SALMOP Sal 115, 12-13. 15-16. 17-18
R. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. R.
¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
2ª LECTURA 1Cor 11, 23-26
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva. Palabra de Dios.
Comentario: El apóstol describe la ordenanza sagrada, de la que tuvo conocimiento por revelación de Cristo. En cuanto a los signos visibles, lo que se come se llama pan, aunque al mismo tiempo es el cuerpo del Señor, y lo que se bebe es vino, que es su sangre.
ACLAMACIÓN Jn 13, 34
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado”, dice el Señor.
EVANGELIO Jn 13, 1-15
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?”. Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”. “No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”. “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes”. Palabra del Señor.
Comentario: Lavar los pies era un servicio que sólo hacían los inferiores a los superiores. Normalmente, los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como el señor y, con este signo, no queda ninguna duda.
LAVATORIO DE LOS PIES
Después de la homilía, si conviene pastoralmente, se realiza el lavatorio de pies. Los varones designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar adecuado. El sacerdote, dejando la casulla si parece necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca. Mientras tanto, se canta alguna de las antífonas siguientes u otro canto adecuado.
ANTíFONA 1 Cfr. Jn 13, 4.5.15
Después de levantarse de la mesa, el Señor echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos, dejándoles este ejemplo.
ANTíFONA 2 Jn 13, 12.13.15
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor. Les he dado el ejemplo,
para que hagan lo mismo que yo hice
con ustedes.
ANTíFONA 3 Cfr. Jn 13, 6.7.8
Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí? Jesús le respondió: si no te lavo los pies, no podrás compartir mi suerte.
V. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: –¡Señor!…
V. No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás.
–¡Señor!…
ANTíFONA 4 Jn 13,14
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
ANTíFONA 5 Cfr. Jn 13, 35
Dijo Jesús a sus discípulos: en esto reconocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros.
ANTíFONA 6 Cfr. Jn 13, 34
Dice el Señor: les doy un mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros, así como yo los he amado.
ANTíFONA 7 Cfr. 1 Cor 13, 13
Permanezcan en ustedes la fe, la esperanza y la caridad, pero de estas tres, la mayor es la caridad.
V. Ahora existen la fe, la esperanza y la caridad, pero de estas tres, la mayor es la caridad.
–Permanezcan en ustedes la fe, la esperanza y la caridad, pero de estas tres, la mayor es la caridad.
Inmediatamente después del lavatorio de los pies, el sacerdote se lava y seca las manos, se coloca nuevamente la casulla y regresa a la sede.
Se reza la oración de los fieles.
LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
Al comienzo de la liturgia eucarística puede organizarse una procesión de los fieles que acercan al altar, junto con el pan y el vino, las ofrendas para los pobres. Mientras tanto, se canta un canto adecuado.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor, participar dignamente de estos misterios, pues cada vez que celebramos el memorial del sacrificio de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA I
El Sacrificio y el Sacramento de Cristo
S. El Señor esté con ustedes.
A. Y con tu espíritu.
S. Levantemos el corazón.
A. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
A. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. El mismo, verdadero y único Sacerdote, al instituir el sacrificio de la eterna alianza se entregó primero a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó ofrecerlo en su memoria. Cuando comemos su Carne, inmolada por nosotros, somos fortalecidos; cuando bebemos su Sangre, derramada por nosotros, somos purificados. Por eso, con los ángeles y arcángeles, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo…
En esta celebración es aconsejable utilizar el Canon Romano o Plegaria eucarística I. También se pueden utilizar las otras tres Plegarias eucarísticas. En todas ellas se emplean las partes propias indicadas en su lugar. En el momento de la Comunión, el sacerdote puede entregar la Eucaristía de la mesa del altar al diácono o a un acólito instituido o a un ministro extraordinario de la Comunión, para que sea llevada a los enfermos que comulgan en su casa.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Cfr. 1Cor 11, 24-25
Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que beban de ella, háganlo en memoria mía.
Terminada la distribución de la comunión, se pone sobre el altar el copón con las hostias consagradas para la comunión del día siguiente. El sacerdote de pie reza la oración después de la Comunión.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso, te pedimos que, así como somos alimentados en esta vida con la Cena pascual de tu Hijo, también merezcamos ser saciados en el banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
TRASLADO DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Concluida la oración después de la Comunión, el sacerdote de pie ante el altar pone incienso en el turíbulo y, de rodillas, inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Luego recibe el velo humeral de color blanco, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del velo. Se forma la procesión para llevar el Santísimo Sacramento a través del templo hasta el lugar preparado para su reserva, que puede ser una capilla convenientemente dispuesta y adornada. En la procesión, precede el crucifero con dos ceroferarios; a continuación, otros ministros con candelas en sus manos.
Delante del sacerdote que traslada el Santísimo Sacramento va el turiferario. Durante la procesión se canta el himno Pange lingua (excepto las dos últimas estrofas), u otro canto eucarístico. Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote deja el copón, pone incienso y, de rodillas, lo inciensa, mientras se canta Tantum ergo sacramentum (últimas dos estrofas del Pange lingua) u otro canto eucarístico. Después el diácono o el mismo sacerdote coloca el copón en el tabernáculo y cierra la puerta. Todos hacen unos momentos de oración en silencio y, luego, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y regresan a la sacristía. En el momento oportuno se despoja el altar y, si es posible, se retiran las cruces del templo. Quienes participaron de esta Misa vespertina no celebran las Vísperas de la Liturgia de las horas.
Exhórtese a los fieles que, esta noche, según las circunstancias y costumbres del lugar, permanezcan durante un tiempo en adoración delante del Santísimo Sacramento. Después de la medianoche, la adoración se realiza sin solemnidad alguna.
Si en alguna iglesia no tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo, la Misa concluye como de costumbre y el Santísimo Sacramento se repone en el tabernáculo.