“Comprender la propia vida en clave de misión resulta esencial para poder ordenarla, porque este horizonte de ser un enviado da sentido al porqué y el para qué de la propia existencia”, sentencia Tony Mifsud s.j., en su libro “Hacia dónde voy”, una lectura apasionante que nos mueve y cuestiona; que nos reta y construye. Una pausa a la propia historia.
La búsqueda de sentido es una constante de la vida de todo ser humano sobre la Tierra. Mitos, creencias y saberes se han esparcido a lo largo de la Historia, buscando entregar una razón sobre la existencia. Lo cierto, es que pese a esta búsqueda, el desconcierto frente al escenario actual, el alejamiento de unos con otros, y la velocidad del paso del tiempo, han llevado a que esta pregunta resulte en extremo angustiosa para muchos –irónicamente- en plena era de las comunicaciones y del internet, que viendo con desesperanza su presente terminan en soledad acabando consigo mismos de diversas formas.
Sin embargo, en este libro encontramos no solo una respuesta, sino una profunda reflexión fundada en la espiritualidad ignaciana y que nos llama a entender la misión del hombre, una que parte de quien lo envía, de la novedad, de la esperanza. Así, Jesús comprende su vida como una donde: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28). Con esta cita, el autor nos enseña que Jesús al asumir su misión, asume también un rol más allá de lo social, una verdad en cruz que se transforma en mensaje de esperanza para el mundo y para todos quienes sienten de la vida un sinsentido.
Este llamado de atención que implica novedad, nos convoca a adherir a una responsabilidad en el mundo, una donde “el amor se hace verdad en la actitud de estar al servicio del otro, especialmente del más débil, frágil y marginado por la sociedad”.
Esta posibilidad de entender la propia vida en términos de “envío” implica para san Ignacio la triada del conocer para más amar y mejor servir. Una visión que da significado a la dimensión más esencial de la existencia, y que desafía a la angustia humana, reflejada en el egoísmo, la segregación o el aislamiento.
De esta forma, este libro no solo saca a la palestra una reflexión comprometida con el corazón del hombre, sino todavía, es patente de una necesidad intrínseca a él mismo, y que hace las veces de lomo de toro en medio del camino. Un freno obligado que provoca replantearnos el sentido de la vida en sociedad, partiendo por reconocer en el otro al propio yo, una lección que desafía la digitalidad de esta nueva generación, y que nos invita a romper distancias para saber finalmente, Hacia dónde voy.