30º durante el año. Verde.
Gloria. Credo. Prefacio dominical durante el año. Semana 2ª del Salterio.
Jornada Mundial de las Misiones.
Dos maneras de rezar
Con una parábola, Jesús nos enseña que hay dos maneras de rezar: hacer un monólogo con uno mismo o abrir sinceramente el corazón a Dios.
El fariseo se examina para ver todo lo bueno que es y hace. Enumera sus virtudes y sus buenas acciones, y lo que parece un agradecimiento a Dios es, en rigor, decirle que sobra y no lo necesita. Este hombre está convencido de que con sus propias fuerzas puede ser justo y ganarse el cielo.
No contento con su autocomplacencia, se proclama juez del prójimo a quien condena por lo que él juzga malas conductas y pecados. Se cree muy cercano a Dios, casi en el mismo nivel. Lejos está de la humildad y de reconocer la propia situación y acusa a los demás de no hacer la voluntad de Dios, cuando él mismo está violando el mandamiento más importante: el del amor.
Su fe es una vivencia exterior de formas y cultura religiosa mientras cultiva la presunción y se encumbra en el propio egoísmo. Los evangelios en otros textos describen a estas personas como bonitos sepulcros, lindos por afuera, pero llenos de putrefacción por dentro. A eso se puede reducir el hombre.
La oración del publicano, hoy diríamos un no practicante, es la apertura de su corazón a Dios, sin negar nada de lo que sucede en su interior y manifestándole que lo necesita más que el oxígeno para respirar. Está convencido de su indignidad, tanto que ni levanta los ojos para dirigirse a Dios… No menciona a nadie más que a sí mismo. No se compara con nadie, se presenta desnudo de su egoísmo ante Dios.
Esta es la oración que llega hasta el cielo, como la de los leprosos, el ciego de nacimiento, la de Pedro pecador…
La humildad que nos pide el evangelio es simplemente reconocer serenamente nuestra situación.
“¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” (Lc 18,12).
P. Aderico Dolzani, ssp.
MOTIVACIÓN DE ENTRADA
Guía: Con una parábola, Jesús nos enseña que hay dos maneras de rezar: hacer un monólogo con uno mismo o abrir sinceramente el corazón a Dios. Nos disponemos a escuchar la Palabra y a celebrar la Eucaristía, donde pretendemos acercarnos con la fe y la humildad del publicano, que reconoce sus miserias e implora la misericordia divina.
1ª LECTURA Ecli 35, 12-14. 16-18
Guía: La oración del pobre, desde su situación y hecha con humildad, llega a Dios y es escuchada.
Lectura del libro del Eclesiástico.
El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia. Palabra de Dios.
SALMO Sal 33, 2-3. 17-19. 23
R. El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó.
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.
El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.
El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en Él no serán castigados. R.
2ª LECTURA 2Tim 4, 6-8. 16-18
Guía: Pablo presiente su próxima muerte. Sabiendo que ha luchado hasta el fin por la causa de Cristo, ahora solo confía en ser recibido por Dios.
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén. Palabra de Dios.
ALELUIA 2Cor 5, 19
Aleluia. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluia.
EVANGELIO Lc 18, 9-14
Guía: Escuchamos la parábola sobre cómo reza un publicano y cómo lo hace un fariseo. Dios rechaza el orgullo de uno, mientras que acepta la oración humilde del otro.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas». En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado. Palabra del Señor.
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Guía: Los dones del pan y del vino sean expresión de nuestro deseo de testimoniar un amor verdadero a Dios y a los hermanos.
PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN
Guía: Nuestra comunión con Cristo se hace plena, cuando lo imitamos en el modo de relacionarse con su Padre y exteriorizamos nuestro amor a los hermanos hasta dar la vida.
DESPEDIDA
Guía: Que la fe, la esperanza y el amor, que hoy hemos alimentado con la palabra y el sacramento, crezcan y se manifiesten en obras concretas, para que todos alaben a Dios.