Hace pocos días finalizaron las Audiencias Públicas Ciudadanas que se llevaron a cabo en todo el país con el fin de que vecinos, expertos y representantes de organizaciones presentaran sus ideas y opiniones al Consejo Constitucional con miras a contribuir con propuestas, contenidos e intervenciones en la consolidación de la redacción de una nueva Carta Fundamental. En este marco, el Pbro. Enrique Opaso, Asesor Eclesiástico y Director General del Refugio de Cristo, y el Dr. Juan Pablo Faúndez, Jefe de Programas Académicos de la Facultad Eclesiástica de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Director del Programa de Ciencias para la Familia PUCV, expusieron acerca de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, y sobre los Derechos de la Familia, respectivamente.
El Asesor Eclesiástico y Director General del Refugio de Cristo, Pbro. Enrique Opaso, hizo una presentación en la Universidad Andrés Bello acerca de las bases institucionales explicitadas en el artículo 14 del capítulo 1: “Fundamentos del Orden Constitucional”. En ese sentido, sostuvo que, si bien tanto la Constitución como el proyecto de ley reconocen y aseguran los derechos de los niños, niñas y adolescentes, no se menciona el cuidado de la salud mental de ellos.
El sacerdote indicó que el Refugio de Cristo es una institución con 70 años de experiencia en el cuidado de niños, niñas y adolescentes. Para llevar a cabo su trabajo cuentan con verificadores que les indican si los niños y adolescentes requieren tratamiento en salud mental, cifras que para su sorpresa han ido escalando en los últimos años: comenzaron con el 20% de su población infanto juvenil, luego aumentó al 40% y hoy ya está casi en el 50%. Teniendo en cuenta los elevados costos que implican los servicios profesionales de psiquiatras, además de los medicamentos y tratamientos en sí mismos, sin el apoyo económico del Estado a través de subvenciones, no podrán continuar brindando su servicio.
“Nosotros hacemos lo que se puede, pero cuando no hacemos lo mejor por un niño, lo estamos vulnerando de nuevo”, expresó el Pbro. Opaso en una entrevista a posteriori de su intervención. Y agregó: “Si el niño viene a una residencia, nosotros tenemos que hacer todos los esfuerzos posibles, con la ayuda del Estado, para que salgan adelante. Hoy Estamos en una situación muy vulnerable, y a pesar de que tenemos 70 años de experiencia, estamos sobrepasados y nadie nos pesca”.
Además, apuntó: “Nos siguen enviando niños y adolescentes que no corresponden a las licitaciones que tenemos con el Estado, pero como el artículo 18 bis nos obliga a recibir a todos los niños, niñas y adolescentes que un juez de familia nos mande, los recibimos, pero nos traen problemas”. Esto, explicó el sacerdote, debido a que la mayoría llega con problemas de adicciones y con necesidad de tratamiento de su salud mental.
Para el director general del Refugio de Cristo, los factores que influyen en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes de su institución se pueden enumerar en tres, principalmente: en primer lugar, el abandono por parte de sus padres es un factor determinante. De hecho, explicó que está comprobado científicamente que la falta de vínculo con los padres durante los tres primeros años de vida afecta negativamente en el desarrollo del cerebro del infante. En segundo lugar, las redes sociales. “Lamentablemente, hoy los niños no tienen capacidad de estar con otros niños. En mi época teníamos grupos de amigos de barrio con los que jugábamos. Hoy en día nada de eso existe, sólo existen el celular y las redes sociales, que van generando una cierta adicción”, expresó. Y, en tercer lugar, la ausencia de espiritualidad en la vida de los niños, niñas y adolescentes. “Cuando digo espiritualidad no digo Iglesia Católica, Mormona ni nada de eso. Me refiero a que los niños tengan la capacidad desde pequeños de saber que hay algo más grande que puede darnos paz y esperanza en el corazón. La idea de Dios es más permeable en los niños de entre 1 y 3 años, cuando, por ejemplo, la mamá y el papá le dan un cuadrito del ángel de la guarda. Eso es una visibilización de una creatura que tiene alas y viene a protegerlo. Y ahí es cuando el niño comienza a abrirle las puertas del corazón a Lo Divino y aprende a rezar”.
Por su parte, el Dr. Juan Pablo Faúndez, académico PUCV, desarrolló una intervención en la Universidad Valparaíso en donde reafirmó la importancia de reconocer a la familia como una de las realidades antropológicas que fundamenta y articula la existencia humana, desde su condición de célula básica de la sociedad. Así pues, el experto señaló: “Por ello, desde la primera responsabilidad que por naturaleza asumen los padres de familia, no hay mejor manera de constituir la comunidad social y política que reconocer la posición basal de la familia que orienta el modo cómo las demás sociedades intermedias y el Estado han de subordinarse al servicio de la primera. En ello reside la importancia y la urgencia por atender a la familia en la situación actual que vive nuestra sociedad. Si se perciben diversos síntomas de una comunidad humana que va enfrentando un entramado complejo en distintos escenarios -lo vimos recientemente en cuanto al rol de soporte que significó la familia en tiempos de pandemia-, la familia es la instancia de soporte de la consolidación social que ha de prevenir su derrumbe, dada su participación como cuerpo intermedio basal de la comunidad civil”.
Durante su intervención, el académico desarrolló cinco considerandos que señaló fundamentales para abordar la familia en la Constitución Política de la República: “Primero, nos parece fundamental considerar una promoción favorable del dato antropológico primario básico que consiste en la diversidad varón-mujer para lograr la necesaria complementariedad biológica y psicoafectiva, que desde la estabilidad del bien de los cónyuges se abre a la procreación. Segundo: en la línea procreativa, considerar la necesidad del entorno familiar que requiere hacerse cargo de la gestación de los seres de nuestra especie que nacemos intencionalmente inmaduros, por ello, a la espera de ser acompañados por el entorno familiar que los dotará de todos los cuidados básicos –alimentación, abrigo, educación, afectividad, etc.- que terminará por constituir la cultura. Tercero: a la luz de los problemas ético-sociales de nuestro tiempo, propusimos fortalecer el derecho y deber de los padres y madres a la formación de sus hijos e hijas, el que ha sido puesto en tela de juicio en los recientes proyectos de Ley de Educación Sexual Integral (ESI) -dos rechazados y un tercero en desarrollo- que han propuesto en su articulado afectar aquel derecho y deber preferente de los padres. Cuarto: avanzar en la promoción de una política pública que respete a la familia como primer cuerpo intermedio de la sociedad, en un efectivo resguardo del bien común. Y quinto, resaltando que al potenciar la familia se vigoriza la memoria histórica y se dota de fundamento para una apertura hacia el futuro que no esté a merced de patrones ideológicos que más que por el bien común social busquen promoverse para fines particulares”.
De este modo, la propuesta de modificación al Art. 3° sugerida por el académico, quien además ha sido nombrado recientemente miembro de la Comisión de Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal de Chile, se plasmó de la siguiente manera: “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad, como institución responsable de sus miembros y del surgimiento, la educación y el cuidado intergeneracional. El Estado ha de promover y fortalecer el derecho y deber preferente del padre y de la madre y de quienes los subsidien, para concretar aquellas tareas humanas al servicio del bien común, propendiendo especialmente al fortalecimiento espiritual y material familiar”.