Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Este domingo 6 de abril, la comunidad cristiana celebra el 5° de Cuaresma, el próximo dará comienzo a la Semana Santa con el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, Dios mediante. La disposición es a proseguir preparándonos para esta Semana Grande y acompañar al Señor en su camino de cruz, también en su triunfante resurrección. En esta quinta semana de Cuaresma, prosigue la comunidad por el camino iniciado el pasado 5 de marzo con el Miércoles de Ceniza: Oración más intensa, práctica del ayuno y la limosna. Se involucra también en otras iniciativas que se concretan para andar este camino en comunión, donde el acompañamiento recíproco es de fundamental importancia. Resalta, entre otras, la práctica del Vía Crucis, especialmente los viernes.
Este 5 y 6 de abril en las celebraciones eucarísticas acoge la comunidad los siguientes textos bíblicos: En la primera lectura Isaías 43, 16-21; el Salmo responsorial es el 125,1-6; la segunda lectura de la Carta a los Filipenses 3,8- 14 y el santo Evangelio de Juan 8,1-11.
El episodio bíblico del Evangelio que hoy se proclama es conocido, el perdón a la mujer adúltera. Los letrados y fariseos presentan a Jesús una mujer sorprendida en adulterio. La ley de Moisés ordenaba que fuera apedreada. Le preguntan a Jesús: “tú, ¿qué dices?” (v 5). Añade el autor: “Decían esto para ponerlo a prueba, para tener de qué acusarlo” (v 6). El Señor escapa a la trampa: “El que no tenga pecado, tire la primera piedra” (v 7). Añade el autor: “Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último” (v 9). Jesús le pregunta: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?” (v 10). “Nadie, Señor” (v 11), respondió la mujer. Perdonándola, Jesús la invita a cambiar de vida: “Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más” (v 11).
Los letrados y fariseos, con el hecho de presentar a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, lo ponen en una difícil prueba, actuar con justicia o misericordia. Señalan también a Él la ley de Moisés al respecto, de tal modo que pudieren acusarlo como enemigo de la ley y, en consecuencia, de Dios mismo. No es relevante para ellos la situación de aquella pobre mujer que iba a ser lapidada. El Señor, respetando la ley -que debe ser observada- enseña a que ésta se practique desde el discernimiento y la propia responsabilidad: “El que no tenga pecado, tire la primera piedra” (Jn 8,7).
El episodio nos pone ante un hecho fundamental: El Hijo de Dios, Cristo nuestro Señor, ha venido al mundo para manifestarnos con su presencia, palabra y obras, sobre todo con el testimonio de su propia vida, que el Padre Dios -su Padre y nuestro Padre- nos ama intensamente. También Él nos ama y ha entregado su vida por amor a nosotros extendiendo sus brazos en la cruz. ¡El centro de su Mensaje es el amor! No ha venido Él para castigarnos o hacernos sufrir aún más por nuestras debilidades y pecados, sino a manifestarnos que su Padre es rico en misericordia.
Permita Dios que habiendo nosotros experimentado su amor, bondad y perdón, seamos generosos en amar, perdonar y tratar a los demás con misericordia.