Queridos hermanos el mes de junio es el mes del Corazón de Jesús. Esta solemnidad nos da pie para profundizar y agradecer el gran amor de Cristo por nosotros y por toda la humanidad.
Les propongo tres ideas para reflexionar.
1.- Volver a asombrarnos ante el amor de Jesús. Sabemos que Jesús nos ama, pero a veces eso no significa nada en nuestras vidas. Ante la primera dificultad o problema, nos dejamos abatir por el desánimo y la ansiedad. Las preocupaciones diarias, nuestras dudas y temas personales opacan la buena noticia del amor misericordioso de Jesús. Nos falta mucho camino para ser tocados y ganados por el amor del Señor. Se requiere aún aprender más a recibirlo y agradecerlo; valorarlo y contemplarlo con fe humilde, admiración sincera y profunda.
La meta es vivir en permanente acción de gracias, en una transformación íntima que se trasluzca en acciones y opciones de vida que testimonien que nuestra paz y fortaleza brotan de sabernos amados apasionada e incondicionalmente por Jesús. Dios quiera lleguemos, como San Pablo a experimentar y proclamar “¿Quién nos separará del Amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús?” (Rom 8, 35-39).
Si somos honestos, reconoceremos que muchas veces, el amor de Cristo debe competir en nuestros corazones con tantas cosas que nos atraen, gustan y nos llenan. Incluso su amor y amistad llegan a estar relegados a sólo un pensamiento piadoso, o a un sentimiento que poco incide en nuestro actuar y decisiones.
2.- Descansar en su corazón. La amistad con Cristo trae paz y sosiego al corazón. Ponemos demasiada resistencia a su acción en nosotros. Nos desgastamos en muchos pensamientos y proyectos. Aún no hemos descubierto que el secreto de todos los santos fue poner en las manos de Dios sus vidas y sus apostolados. Allí encontraron descanso, consuelo, luz y fuerza para desarrollar su inagotable vida de entrega y servicio. Ellos fueron fecundos porque iban a Jesús y en la llaga de su corazón bebían y se saciaban de la gracia divina. En una palabra, pusieron su morada en el corazón de Dios.
Para crecer en la vida de la fe, el camino es integrar más a Cristo en nuestro diario vivir, darle el lugar que merece, es decir, “nuestro corazón”. Si Jesús habita libremente en nosotros, todo cambia, todo fluye, la entrega no cansa, las luchas no agobian, las faltas no nos hunden. Él está en nosotros y nosotros en Él. Descansar en Jesús no significa aflojar en el empeño y el servicio ni menos aún, rebajar las exigencias del Evangelio. Por el contrario, nos libera del yugo cansador de nuestro ego, nos da la verdadera libertad.
Para ser cristianos felices, tomemos como regla: descansar menos en nosotros y más en Jesús. No releguemos su presencia y amistad sólo a la Eucaristía y a los momentos de oración. Que Jesús entre, que impregne toda nuestra vida y que siempre sea nuestro maestro interior.
3.- Asemejarnos al suyo. La espiritualidad del Corazón de Jesús es apostólica y de entrega sin medida. Lo primero es pedir al Señor que nuestro corazón se asemeje cada día un poco más al suyo.
Si afirmamos que Cristo ama a todos sin excluir a nadie, la primera lección será imitarlo. Sí, imitarlo de corazón, buscar el encuentro con el hermano que piensa distinto, incluso con el que me haya podido herir o perjudicar. Aquí no caben excusas ni acomodaciones, sólo el ejemplo de Jesús y sus palabras: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Qué lindo sería una espiritualidad fácil y a la medida de cada uno, sin discernimiento, sin conversión, sin cruz… Pero ¿Sería eso un verdadero cristianismo?
Todos podemos en algo imitar a Jesús, poco a poco, sin arrogancias ni creernos super Apóstoles. La humildad, la bondad y la justicia son nuestras luces y amigas. No olvidemos que, si de verdad nos sentimos amados por Dios, debemos dar testimonio de ello, que se refleje con claridad en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Porque, la verdadera alegría no viene de seguir nuestros gustos e inclinaciones, sino de haber encontrado el tesoro escondido (Mt 13, 44) que está en lo más profundo del Corazón de Jesús.
Al Inmaculado Corazón de nos acogemos y pedimos su intercesión y ayuda.
Me despido atentamente de ustedes en el Señor.
José Antonio Atucha Abad.
2 Comments
Muy buen y preciso artículo de la devoción al corazón de Jesús cuya clave es la amistad e intimidad con el señor que lleva a una vida nueva. Sagrado corazón de Jesús en vos confío.
Son palabras que nos invitan a perseverar con humildad y entusiasmo en nuestra vida espiritual