Saulo nace entre los años 5 y 10 d. C., en la ciudad de Tarso, región de Cilicia, en la costa sur del Asia menor (actual Turquía), cuyos habitantes gozan de la ciudadanía romana. Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín. En su adolescencia es enviado a Jerusalén, donde es alumno del rabino Gamaliel y se une al grupo de los fariseos. Tiene una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil e idiomática (habla griego, latín, hebreo y arameo).
Tras la muerte de Jesús se comienzan a formar grupos de seguidores, siendo Pablo un activo perseguidor de estas comunidades.
En el año 36 se convierte al cristianismo luego de la aparición de Jesús, cuando iba camino a Damasco. Pide ser bautizado y pasa a ser el más ardiente propagandista del cristianismo, extendiéndolo más allá del pueblo judío. Su primer viaje misionero lo realiza a la isla de Chipre con Bernabé y su primo Juan Marcos.
En Pafos convierte al cristianismo al procónsul romano Sergio Pablo. Es aquí donde Saulo comienza a ser llamado Pablo (el más pequeño).
Es considerado el más importante discípulo de Jesús, a pesar de no haberlo conocido personalmente. Es reconocido como el primer comunicador del cristianismo y para ello utiliza el medio de comunicación de ese tiempo: la carta.
Se le considera como una de las fuentes más importantes de la doctrina de la Iglesia.
El aporte más significativo de san Pablo es la concepción de que el cristianismo es una Iglesia nueva y universal que debe ser anunciada a todos los habitantes de la tierra.
Es un hombre que se entrega por completo, hasta llegar a decir: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál 2, 20).
Muere decapitado, en el año 67. Es sepultado en la Vía Ostiense de Roma.