Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena.
Corresponde este 4 de mayo el domingo 3° de Pascua. La comunidad cristiana prosigue con gozo celebrando el Misterio fundamental de su fe: la triunfante Resurrección del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor.
Nota característica de este Tiempo Pascual es la alegría profunda, aquella que nace del corazón. La sustenta este gran acontecimiento en la vida de nuestro Señor, consecuentemente de importancia trascendental para sus discípulos misioneros. No obstante, la posibilidad del dolor o sufrimiento, como desafíos que, sin duda, cada uno de los integrantes de la comunidad cristiana debe asumir -siguiendo las huellas de Cristo nuestro Maestro-, el gozo nace y se manifiesta, pues Él en la cruz los ha vencido, hasta la misma muerte. La Pascua celebra su victoria, que es y será también la nuestra, según su voluntad.
Las oraciones de este domingo son concordes en hacer presente la alegría que embarga a la comunidad. Desde la Antífona de Entrada: “Aclame al Señor toda la tierra. Canten la gloria de su Nombre”, la Oración Colecta: “que tu pueblo se alegre siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde con firme esperanza el día de la resurrección final”, la Oración sobre los Dones: “Recibe las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría, y después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele participar de la felicidad eterna”, todo es gozo y gratitud por la celebración del misterio de la Resurrección del Señor.
Con misma alegría acoge la comunidad cristiana la Palabra del Señor. La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40-41; el Salmo responsorial el 29, 2.4-6. 11-13; mientras la segunda lectura del Apocalipsis 5,11-14; y el precioso pasaje del Evangelio de Juan 21, 1-14.
Refiere en lo central el Evangelio que los apóstoles, después de una noche infructuosa por no haber pescado nada, siguiendo la Palabra del Señor, lanzaron la red y obtuvieron pesca abundante: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Tiraron la red y era tanta la abundancia de peces que no podían arrastrarla” (v 6).
Son variadas las enseñanzas, como también perspectivas que es posible reflexionar sobre este hecho bíblico en referencia. Señalo algunas: Tomemos conciencia una vez más que con el Señor todo es posible. Así leemos en Lucas 1, 37: “Nada es imposible para Dios”. Sin duda, el Señor bendice nuestros esfuerzos, también las capacidades que Él mismo nos ha donado, pero en numerosas situaciones constatamos nuestras limitaciones. ¡Qué importante es contar siempre con el Señor, en actitud de sencillez y humildad!
La invitación es a que busquemos asumir los desafíos de cada día, que pueden ser complejos, contando con la presencia y Palabra del Señor, que anima y fortalece. Con Él la pesca será asombrosa, la cosecha abundante, la carga más llevadera, el sufrimiento encontrará su sentido y asumido en su testimonio. ¡El dará la bendición y también la eficacia a nuestros esfuerzos!
La invitación del Señor a lanzar la red, la acogemos también nosotros, sirviendo con humildad porque estando siempre en sus manos, continuaremos la obra en su nombre… en el nombre del Señor.