Este mes, la liturgia de la Iglesia trae importantes celebraciones: comenzamos el día uno con san José Obrero, patrono de los trabajadores; celebración instituida por el siervo de Dios, papa Pio XII, en el año 1955. El mismo día, el calendario civil, conmemora el Día mundial de los Trabajadores. Lamentablemente, como consecuencia de la Pandemia, muchos hermanos y hermanas han perdido su trabajo, lo que hace necesario clamar a san José, para que las autoridades de nuestro país, hagan esfuerzos para generar empleos, para así solucionar los problemas de tantos hogares sin ingresos.
El día tres, tenemos la Exaltación de la Santa Cruz, tradicional y folklórica fiesta celebrada de norte a sur, rememorando los inicios de la evangelización en nuestro continente. El mismo día, se ubica la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que, en la actualidad, ante la sequía de vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Religiosa, es un tema que se torna cada vez más dramático, lo que pone en riesgo nuestro futuro como Iglesia. Por este motivo, debemos preocuparnos, interesarnos y unirnos en oración, pidiendo al dueño de la abundante cosecha, que envíe más trabajadores. La tarea es urgente y es misión de todos.
El calendario litúrgico, continúa con la Ascensión del Señor, fecha en la que también se ubica la Jornada Mundial de los Medios de Comunicación Social, que en estos duros tiempos, junto con las redes sociales, han tenido un rol fundamental para continuar alimentando nuestra fe. Finalizamos con la fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote y por último, la Santísima Trinidad, todas oportunas ocasiones para continuar con nuestras plegarias al cielo, de manera preferencial, por las vocaciones Sacerdotales y Religiosas.
Todos esperamos que, a esta altura del año, la Pandemia haya llegado a su fin, que estemos vacunados y de regreso en nuestra vida cotidiana, aunque, sabemos, no será la misma; porque, dadas las condiciones, deberemos continuar, por bastante tiempo adicional, con el autocuidado, lavándonos las manos frecuentemente, usando mascarilla y manteniendo distancia social cada vez que salgamos de casa. Ya hemos aprendido la lección y no debemos relajarnos.
En nuestros corazones permanecerá, por siempre, el recuerdo de tantos hermanos y hermanas que han sido víctimas del COVID-19 y rogaremos por aquellos que aún se encuentran contagiados, para que se recuperen pronto y regresen a sus hogares.
En Jesús, María y Pablo,
El Director