Julio, por antonomasia, es el mes de la Virgen del Carmen, la Patrona de nuestro país.
Una devoción muy particular tiene lugar en el valle de Quilimarí, frente al balneario de Pichidangui, a 212 km de Santiago: la Virgen del Carmen de Palo Colorado.
Según la leyenda, la devoción se inicia en el siglo XVIII, luego de que un leñador de la zona encuentra, incrustada al interior de un árbol, una imagen con la clara apariencia de una Virgen tallada por la naturaleza. Se destaca su rostro y el cuerpo está cubierto por una túnica formada por la misma madera.
El leñador lleva el misterioso hallazgo al dueño de la hacienda, quien, creyendo adivinar en este hecho algún designio sobrenatural, le construye un oratorio para venerarla. Se le llamó Virgen de Palo Colorado, por haber sido encontrada en un árbol de ese nombre, con el que también es nominado el predio agrícola.
La pequeña escultura, de autor desconocido, es una talla policroma, no vestida, de 38 cm de altura, incluyendo su pedestal y corona de oro, al igual que sus aretes y una esclava, que lleva como un collar, junto a otro, de brillantes. Con su mano izquierda sostiene al Niño Jesús, que está de pie, adosado a ella; y de su derecha pende un escapulario.
La fama de esta Virgen crece por la zona y es trasladada a la iglesia de Quilimarí, desde donde, misteriosamente, desaparece, siendo encontrada en el antiguo oratorio. Este hecho sobrenatural ocurre tres veces hasta que, definitivamente, se queda en el templo.
Cada 16 de julio es sacada en procesión por la comarca, en la que es acompañada por los lugareños y fieles de pueblos vecinos, quienes le rinden homenaje con cantos a lo divino y bailes de chinos.
Lo anterior es una expresión más de la fe de nuestro pueblo hacia nuestra madre María del Carmen, a la que aún imploramos, para que termine definitivamente la pandemia y podamos volver a nuestra vida cotidiana, como antes: ¡Virgen del Carmen de Palo Colorado, ruega por nosotros!
En Jesús, María y Pablo,
El Director