Junio se caracteriza por ser la puerta del invierno, cuando las temperaturas bajan (a veces demasiado) y, si Dios nos bendice, vienen las precipitaciones que nos llenan de alegría, porque habrá agua para los embalses, crecerán los ríos y tendremos nieve en la cordillera. Será un buen año, decimos.
De las celebraciones que la liturgia destaca este mes, san Antonio de Padua, Corpus Cristi, Corazón de Jesús, san Juan Bautista y Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, sin duda que la más masiva es la fiesta de san Pedro y san Pablo, que es celebrada en cada puerto y caleta de nuestro país, donde los pescadores artesanales honran a su patrono, con el que se identifican plenamente.
Pedro, originalmente Simón, es un pescador de Galilea que deja su casa de Cafarnaúm para unirse al grupo de discípulos de Jesús en los inicios de su vida pública. Junto con él, su hermano Andrés y los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, son los primeros elegidos entre los Apóstoles.
Es un hombre sencillo, de trabajo y carente de estudios, pero se distingue por su personalidad y su cercanía al Maestro, llegando a ser portavoz del grupo. Jesús, por su parte, muestra por él una predilección que se manifiesta desde el primer encuentro y lo “bautiza” con el nombre de Pedro al señalarlo como la “piedra” (petra en latín) sobre la que edificará su Iglesia.
Si en nuestras celebraciones litúrgicas buscáramos un canto que ocupara el primer lugar del ranking, sin ninguna duda que ese sería “Pescador de hombres”, compuesto en el año 1974 por el presbítero español Cesáreo Gabaráin. Es un tema que está, precisamente, inspirado en el pasaje del evangelio de Lucas, en el cual, tras la pesca milagrosa, Jesús le anuncia a Simón Pedro que será pescador de hombres.
En la actualidad, con la escasez de vocaciones al sacerdocio, al diaconado, a la vida consagrada religiosa y laica, la premura en nuestra Iglesia es la promoción vocacional. Con san Pedro, debemos convertirnos también en pescadores de hombres y cumplir con el mandato de Jesús: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha (Lc 10, 2). La tarea es urgente.
En Jesús, María y Pablo,
El Director