En medio de esta pandemia, que no se quiere ir, este mes celebramos la fiesta de Pentecostés, que renueva la promesa del don del Espíritu Santo. Etimológicamente, la palabra proviene del latín Pentecoste, y esta, a su vez, del griego πεντηκοστή= pentecosté, que significa quincuagésimo.
Es celebrada por cristianos y judíos. Para nosotros, es el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que marca el nacimiento de la Iglesia y la propagación de la fe en Jesucristo, y para los judíos es la conmemoración de la entrega de la Ley a Moisés en el monte Sinaí, cincuenta días después del éxodo.
Es el segundo domingo más importante del año litúrgico, en el cual tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.
En medio de la incertidumbre, padecimientos y dificultades que nos ha traído la pandemia, elevamos nuestras plegarias al Espíritu Santo, para que esto termine pronto y podamos regresar a nuestra vida cotidiana con “normalidad”, sin medidas sanitarias, sin filas en ninguna parte y sin respetar aforos. Le pedimos que su luz nos ilumine a todos, que disipe las tinieblas en las que nos ha envuelto el coronavirus, traiga energía, salud y alegría.
Muchos hermanos y hermanas han fallecido y aún demasiados permanecen en centros de salud intubados, sedados e inconscientes. Los que han superado la crisis continúan sufriendo las secuelas del contagio y otros quedarán, por el resto de sus vidas, con tratamientos y medicinas.
Este panorama nos hunde en el miedo, el pesimismo y la desesperanza. Por todo esto, con fervor, pedimos al Espíritu Santo su fortaleza, para que alivie, sane y robustezca a estos hermanos y hermanas que aún se encuentran en una cama de hospital.
¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra, danos esperanza, renueva nuestros rostros, renueva nuestras miradas y acciones, sana a nuestros enfermos y haz que nuestras vidas se vuelvan radiantes con tu luz!
En Jesús, María y Pablo,
El Director