“El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado» (Mc 9, 37; Cfr. Mt 18, 5; Lc 9, 48; Jn 13, 20)”.
“Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la migración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos”.
“¿Cómo responder a esta realidad? En primer lugar, siendo conscientes de que el fenómeno de la migración no está separado de la historia de la salvación; es más, forma parte de ella. Está conectado a un mandamiento de Dios: «No maltratarás ni oprimirás al extranjero, ya que también ustedes fueron extranjeros en tierra de Egipto» (Éx 22, 20); «Ama, pues, al forastero, porque forastero fuiste tú mismo en el país de Egipto» (Deut 10, 19).
Este fenómeno es un signo de los tiempos, un signo que habla de la acción providencial de Dios en la historia y en la comunidad humana con vistas a la comunión universal. Sin ignorar los problemas, ni tampoco los dramas y tragedias de la migración, así como las dificultades que lleva consigo la acogida digna de estas personas, la Iglesia anima a reconocer el plan de Dios, incluso en este fenómeno, con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana, que abraza a «todas las naciones, razas, pueblos y lenguas» (Apoc 7, 9).
“Cada uno es valioso, las personas son más importantes que las cosas, y el valor de cada institución se mide por el modo en que trata la vida y la dignidad del ser humano, especialmente en situaciones de vulnerabilidad, como es el caso de los niños migrantes”.
“Por último, deseo dirigir una palabra a ustedes, que caminan al lado de los niños y jóvenes por los caminos de la migración: ellos necesitan vuestra valiosa ayuda, y la Iglesia también los necesita y los apoya en el servicio generoso que prestan. No se cansen de dar con audacia un buen testimonio del Evangelio, que los llama a reconocer y a acoger al Señor Jesús, presente en los más pequeños y vulnerables”.
“Encomiendo a todos los niños migrantes, a sus familias, sus comunidades y a ustedes, que están cerca de ellos, a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para que vele sobre cada uno y los acompañe en el camino; y junto a mi oración les imparto la Bendición Apostólica”.
PAPA FRANCISCO
(Fragmentos del Mensaje para la 103ª Jornada mundial del migrante y del refugiado, 2017)