El 10 de agosto, día de san Lorenzo, diácono y mártir, la liturgia de la Iglesia lo destaca como el santo patrono de los diáconos. El término viene del griego διακονος, diakonos, y del latín diaconus, cuyo significado es: servidor-sirviente-asistente. Es un ministro perteneciente a la jerarquía de la Iglesia que recibe la ordenación por imposición de manos de un obispo.
Existe el diaconado transitorio, al que acceden, por un período limitado, los candidatos que posteriormente recibirán el orden sacerdotal, y el diaconado permanente, al que acceden, mayoritariamente, varones casados, previa comprobación de idoneidad, discernimiento vocacional, estudios eclesiásticos y aceptación, por escrito, de su familia.
Entre sus múltiples funciones, proclaman la Palabra de Dios, administran algunos sacramentos, como el Bautismo y el Matrimonio, presiden celebraciones de la Palabra, ritos de exequias, distribuyen la comunión a los enfermos en hospitales y en sus domicilios, visitan a los internos en las cárceles y acompañan pastoralmente a personas, grupos y comunidades. Algunos también ejercen como directores espirituales. Su vestimenta característica es el alba y cíngulo, con la estola que cubre pecho y espalda, en diagonal descendente desde el hombro izquierdo hacia el costado derecho de la cintura, donde es atada. En celebraciones solemnes utilizan, sobre el alba, la dalmática, una vestidura holgada, de cortes rectos, cerrada por delante y detrás, abierta a los costados y de mangas anchas.
Ante la dramática falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, cada vez es más habitual en parroquias, capillas y santuarios la presencia de los diáconos permanentes, que asumen la atención pastoral y sacramental de los fieles, por lo que son garantía del futuro ministerial de la Iglesia.
Saludamos, en su día, a los diáconos en transición, a los permanentes y a los que se encuentran en formación, agradeciéndoles y animándolos en el servicio que prestan, de manera especial por su protagonismo en estos tiempos de pandemia.
Que el Señor los colme de bendiciones a ellos y a sus familias y les continúe regalando la alegría de ser “servidores” en su Iglesia.
En Jesús, María y Pablo,
El Director